Hoy conocemos Normandía a través de los ojos de uno de sus pueblecitos,
nos vamos de paseo por La Haye-de-Routot.
Las dos regiones que componen esta zona comparten junto con la Bretaña la combinación de la cultura tradicional gala con la celta
, algo que se siente de inmediato.
Sus habitantes afirman que
"en la zona hace bueno varias veces al día", lluvia, aire y sol
intermitente son la eterna constante que se mezcla con pueblos de cuento.
Sus casas más tradicionales (
La chaumière) cuentan con una arquitectura singular: planta siempre rectangular, techos de fuerte pendiente y construidos con material vegetal (con tallos de trigo, centeno y caña), entradas orientadas al sur y desde el exterior a todas las salas de la casa, las paredes revestidas de adobe dejan visto su esqueleto de madera (en sus primeros tiempos también cubierto) y para subir a la planta superior, abríguense señores, porque la escalera sube siempre por el exterior.
(La casa de la foto inferior es un ejemplo "moderno" de esta arquitectura, en ella encontraréis algunas de estas características, otras sin embargo las veréis en fotos posteriores).
Una de las características de la casa que más me sorprendió y gustó fue el hecho de encontrar en la línea divisoria de aguas del tejado una hilera de iris y otras plantas. El objetivo era el de estabilizar la arcilla que allí se ponía y evitar que se colara el agua entre las cañas del tejado.
Es también tierra de buena sidra y por lo tanto de manzanos,
allí no hay pueblo sin manzanos, ni manzanos sin pueblo.
Estos días los pasé en un pueblecito, pequeño y precioso: La Haye-de-Routot. No tiene tiendas, ni hoteles, pero sí unos árboles milenarios, un museo (de la ortiga), un horno de leña y un restaurante y no sólo, sus habitantes sencillos y abiertos al visitante nos acogieron como si nos conocieran de toda la vida.
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Museo de la Ortiga |
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El horno de leña |
Su alcalde Pierre me contaba con cariño la historia de uno de sus familiares al que casualmente el destino le llevó a Aranjuez, otro vecino me contaba la gran bienvenida al más puro estilo "bienvenido Mr. Marshal" que le hicieron los jornaleros gaditanos a los que contrataba cuando éste decidió ir a visitarlos hace ya algunos decenios...
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El ayuntamiento |
Lo más simbólico que el turista puede encontrar en este pueblecito normando son sus tejos milenarios. Emplazados en el cementerio como bien exigía la cultura celta, estos árboles inmortales nos sorprenden tanto por su belleza, como por su grandiosidad, hasta el punto de poder albergar una capilla en su interior.
Y es que en la cultura celta el tejo (Taxus baccata) es uno de sus árboles sagrados. A él se le dedicaba el mes donde se celebraba la fiesta de los muertos o Samhain, no en vano estas culturas lo relacionaban con el paso de las almas al otro mundo, pensándose que sus raíces llegaban a la boca de los ya enterrados para sacarles los secretos que se llevaron en vida.
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Tejo |
El frescor del clima de la zona garantiza la presencia en sus alrededores de especies como las hayas (
Fagus sylvatica), carpes (
Carpinus betulus), tejos (
Taxus baccata), acebos (
Ilex aquifolium) y fresnos (
Fraxinus sp) entre otras muchas. Es más, junto a una de sus salidas comienza el bosque más importante de la región, el bosque de Brotonne .
Para finalizar os dejo con una forma casi mágica, que los carpes (Carpinus betulus) han ido formando a lo largo de los años. Es lo que se conoce como árboles anastomosados.
Si nos vamos al diccionario y buscamos el significado de este bonito "palabro" encontraremos que dice: Interconectado o unido de forma repetitiva a modo de red.
Tiempo atrás estos árboles tenían la función de frontera entre una finca
y otra evitando que los animales pasasen a la finca del vecino, para
ello se utilizaba una técnica muy fina de trenzado de sus ramas resultando con los años una unión de ramas de distintos árboles cuya forma puede llegar a ser verdaderamente sorprendente, casi humanoide.
Fijaos en los dos árboles que aparecen a la derecha.
¡Espero que os haya gustado!