La lunaria (Lunaria annua) es una planta que puede superar el metro de alto, y que ha pasado de ser cultivada como ornamental en jardines, a naturalizarse y crecer en laderas, cunetas, escombreras y baldíos, siempre y cuando estén situados en la umbría y guarden cierta humedad. Ya el término "Lunaria" - del latín "lunaris", que viene a significar "de la luna"- hace referencia a la especial forma redondeada de sus frutos parecidos a grandes y plateadas monedas. No podían ser menos los numerosos nombres comunes; Monedas del papa (por la costumbre de plantarla cerca de las iglesias, para luego usarla ornamentalmente como planta seca), Monedas chinas, Planta de la plata, o Monedas de Judas (por las treinta monedas de plata que recibió Judas Iscariote en pago a su traición a Cristo). Su especial forma hizo creer a los alquimistas medievales que se podía transformar el mercurio en plata con el uso de sus semillas... aunque ese uso todavía no está constatado :)
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Originaria de la región balcánica, está presente en casi todo el continente europeo, además de Norteamérica y sudeste asiático, donde es muy apreciada en jardinería.
Sus tallos son algo pubescentes, erectos y ramificados, y sus hojas grandes, caducas y opuestas, ovaladas y apuntadas, irregularmente serrada en sus bordes. Tienen además un ligero olor dulzón que, junto con la fragancia de sus flores, atrae a mariposas y abejas.
Es una planta que aunque puede presentarse como anual (a ello hace referencia el término "annua" que Linneo le dió), es más comunmente bienal, dando entre los meses de abril y junio del segundo año unos racimos terminales de llamativas flores normalmente violetas (así como blancas en su variedad albiflora), que posteriormente darán lugar al los ya mencionados frutos, silícuas traslúcidas, con forma característica de disco plateado y brillante de entre tres y ocho centímetros de diámetro, y que persistirán durante todo el invierno. Dichos frutos se recogen para hacer ramos decorativos y arreglos florales por su persistente color plateado-nacarado, ya que éstos al madurar se abren y dejan a la vista la membrana central con su llamativo brillo, permaneciendo en la planta sin caer tras liberar las semillas.
Hojas y frutos de Lunaria (vía 1 y 2) |
Puede reproducirse fácilmente a partir de sus semillas, y es la típica planta idónea para un jardín de flores silvestres, siempre cuidando su expansión ya que puede llegar a ser una especie invasora. También habrá que tener en cuenta a la hora de plantarla que puede llegar a tener una anchura de 45 centímetros, y que puede darse el caso de que sus flores produzcan alergia a su polen en algunas personas.
Una especie similar es la Hesperis matronalis, aunque su hoja es algo más lanceolada, y sus frutos son vainas cilíndricas alargadas en lugar de discos planos como en la lunaria. También la Lunaria rediviva, segunda y única compañera de género, que se diferenciará por tener los bordes de sus hojas regularmente aserrados, y sobre todo por tener silicuas más alargadas y agudas en los extremos.
Silículas de Lunaria rediviva (vía) |
Tiene propiedades estimulantes, diuréticas y antiescorbútidas, pero quizá lo más sorprendente sea que sus semillas contienen ácidos grasos inusuales, como el ácido nevron, que viene siendo usado en tratamientos para enfermedades tales como el Alzheimer o la esclerosis múltiple, lo que ha llevado a los científicos a intentar modificarla genéticamente para obtener mayor cantidad de dicho compuesto. También se ha utilizado popularmente como remedio contra la gota.
La lunaria es una planta excepcional para jardines silvestres, en zonas húmedas y de umbría (vía) |
Además, resulta ser una planta comestible, usando sus hojas más jóvenes (recolectadas previamente a la floración) en ensaladas. También sus raíces son usadas como alimento tras ser peladas. Dicho uso estuvo antaño muy de moda y es por ello que, además de por su belleza ornamental, la llevó a ser una de las plantas favoritas en los jardines coloniales.
Curiosamente sus semillas tienen cierto sabor picante, y con ellas se hace también una salsa o mostaza, introduciéndolas un cuarto de hora en agua fría y salándolas a gusto. Para rebajar el sabor picante habrá que añadir vinagre o agua caliente, que inhibirán proporcionalmente la reacción encimática.
Otro dato curioso es que las amas de casa en los tiempos victorianos eran muy aficionadas a pintar pequeñas escenas en las vainas plateadas, a modo de lienzo.
Membrana central de las silículas de Lunaria annua (vía) |