Esta excursión lleva en la recámara un poquillo de tiempo.
Fue este verano cuando subía y bajaba cual Fitipaldi con la bici. Porque sí amigos, la bici es una compañera de viaje genial: nos da libertad, llegamos más rápido a los sitios y como no hay por qué tomárselo como una competición podemos ir sentaditos con la espalda recta y cansándose menos que si fuésemos andando.
De hecho el mejor tipo de bici si lo que se quiere hacer es turismo "tranqui" es la bici de paseo, sí, sí, esa de "señorona" con el manillar bien alto y el asiento grande. Las mountain bikes, son como su nombre lo indica para la montaña, y cuando el camino no tiene apenas baches éstas se convierten en una tortura para el principiante.
Y ahora sí, tras esta defensa a la bici de señorona partimos hacia Meaux.
Meaux se encuentra a una media hora en tren al este de París.
Habiendo sido ciudad episcopal durante un tiempo, su catedral es lo que más resalta, y de ella especialmente una de sus torres porque está hecha enteramente en madera. No se si a vosotros os pasará lo mismo, pero yo me imaginaba al mismísimo Astérix y Obélix construyendola.
Otra de sus pequeñas joyas es el jardín de Bossuet, a un lado de la catedral. Éste data del siglo XVI y su planta recuerda a una mitra (tocado con el que cubren la cabeza los papas en sus misas). Cuando lo visitamos todo su perímetro estaba bordeado con plantas útiles, desde la conocida en Francia mostaza de Meaux hasta nuestras conocidas chufas pasando por la no menos conocida rosa de Meaux (creo que no debía ser la buena época porque las pobres no estaban muy bonitas).
Mostaza
Chufas
Estando
tan cerca de París es difícil que conserve un estilo único, así que
podemos encontrarnos una mezcla de medieval en torno a la catedral,
neo-clásico en el ayuntamiento y art nouveau en las afueras.
¡Una mezcla muy curiosa!
Ahora ya nos despedimos del pueblo para dirigirnos al Parc du Pâtis, bautizado como el parque natural urbano más grande de Ile de France.
El éxito de este parque radica en haber conseguido un espacio verde de calidad integrado en el tejido urbano reconquistando zonas degradadas (antiguas minas de grava abandonadas). 150 ha que bordean al río Marne compuestas de bosques, lagunas y campos de trigo. Una auténtica joya para el visitante que pasa de un ecosistema a otro sin apenas darse cuenta.
Ahora ya solo queda decir.... ¡Hasta pronto y "pa'" casa!
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