Miércoles de Arte y Naturaleza; Natalia Ortiz Suárez

  
   Hoy se deja caer por el blog para alegrarnos el día Natalia Ortiz Suárez, una de esas artistas anónimas que tienen más arte que espalda. Veterinaria de profesión, y amante del mundo natural por convicción, siempre encuentra tiempo para pintar escenas naturales en las que las aves suelen ser las protagonistas.
   Os dejamos con algunas de sus pinturas en piedra no sin recordar antes que, si os enamoraron sus pinturas tanto como a nosotros, podéis seguirla en su página de internet, o directamente encargarla algún trabajo especial en su contacto nataliaortizsuarez@yahoo.es. Arte le sobra por todos lados en todo lo que hace, y promete no defraudarnos... ¡si hasta su perro se llama Arte!




Arte y naturaleza; John James Audubon


Frailecillo común (Fratercula arctica, vía)

   La vida de John James Audubon es una historia de película, y aún así, habría muchos que no la creerían. Ya su nacimiento ( 26 de abril de 1785, en la lejana isla de Haití) prometía una vida llena de aventuras cuando, el afamado capitán de navío francés Jean Audubon, le reconoció como hijo bastardo fruto de una aventura amorosa con una sirvienta poco antes de morir ésta. Con apenas cuatro años de edad y debido a las revueltas de esclavos de 1789, fué enviado junto con su hermana a Francia, donde creció como un hijo más con el cariño de su madrastra, dentro de una sociedad acomodada. 

Aventuras del día a día: Islas Galápagos III Aves



Tras haberos presentado algunos de los paisajes más importantes de las Islas Galápagos, continúo ahora mostrándoos los habitantes que pude conocer en mi aventura galapagueña.

La sensación que me llevé de las islas fue la extrema sociabilidad de sus animales. En mi subida diaria a la montaña iba acompañada por un grupo de pajarillos. Éstos cuando paraba se posaban en los árboles y me miraban curiosos, cuando por fin llegaba a mi destino, subían y bajaban por las ramitas de los arbustos que me rodeaban sin dejar de mirar lo que hacía. Se acercaban tanto que si estiraba el brazo podría haber sido capaz de tocarlos con la mano.
Los primeros animalillos que os presento son justamente estos de los que os acabo de hablar, los que formaban parte de mi día a día, mis compañeros de fatiga: el papamoscas de galápagos (Myiarchus magnirostris) y  el canario maría (Dendroica petechia).

Los habitantes de la catedral de Norwich


Norwich, una ciudad llena de encanto (vía)

   Hoy nos vamos de paseo y damos una vuelta por Norwich, una típica ciudad inglesa situada al sureste de Inglaterra, que ha sabido guardar el sabor de su cultura medieval. Tiene un castillo erigido por Guillermo el Conquistador, entre cuyas mazmorras aún se escucha el eco de multitud de intrigas e historias pasadas, además de numerosas exposiciones más modernas. La ciudad tiene tambien el sabor de una larga tradición literaria a sus pies, que se cuela entre el adoquinado de sus estrechas calles, llenas con más de treinta iglesias medievales entre las que destacan sin duda sus dos catedrales; una protestante y la otra católica.

Vía

   Y a pesar de todo, lo que nos trae a esta ciudad (que llegó a ser la segunda ciudad en importancia de toda Inglaterra, antes de que la decadencia del comercio lanar la postergara a un segundo plano) no es sino un secreto más que no pocos ya conocen; una pareja de halcones peregrinos que ha decidido hacer de la catedral protestante su nuevo hogar, y que vuela felizmente y hace picados ante la atónita mirada de los turistas. ¡Quién les iba a decir cuando se aposentaron entre sus muros por primera vez que iban a ser la comidilla de toda la región, y desde luego portada de todo noticiario local que se preciara! Y el caso es que así es, en gran parte gracias a una webcam que han instalado junto al nido, que permite ver a tiempo real las idas y venidas de la pareja, y meternos en su cotidiano día a día como si fuésemos unos invitados más en su salón de té.

Vía
   Actualmente están criando, y parece que la pollada pronto saldrá adelante. Si te apetece saludarles y ver qué tal les va, sólo tenéis que acceder a través de este link. ¡Les dais recuerdos de nuestra parte!

Pantallazo de la cámara instalada junto al nido (Vía)


¡Felíz día, gorriones!



   Para los que somos malos recordando fechas nos proponemos retroceder hoy al pasado 20 de marzo, que fue ni más ni menos que el "Día mundial del gorrión", ese ave pequeña y simpática que vive a nuestro lado a diario y que pasa inadvertida con su incuestionable belleza. Para celebrar tan magno evento, la asociación ornitológica Ardea, de la Bahía de Cádiz, realizó un concurso fotográfico con la idea de devolver el protagonismo que se merece a tan grácil transeúnte, y vaya si lo consiguieron. Aquí os dejamos como granito de arena con las tres fotografías ganadoras. Vaya por delante nuestra enhorabuena a los ganadores, entre los que destacamos a Joaquín Ruíz, más que seguidor amigo de nuestro blog.

   Premio Accesit del jurado: Carmen Real Vila.



   Premio del público: Pilar Moreno Alba.



   Y Premio del jurado, Joaquín Ruíz Fernández. Felicidades, Joaquín; tienes una nieta preciosa. :)


El autillo europeo (Otus scops)


   Hace mucho, muchísimo tiempo, cuando los dioses del Olimpo vagaban, hacían y deshacían a su antojo interfiriendo en la vida de los hombres, había una  familia de campesinos venida a menos. Vivían allí dos hermanos en una antigua y desvencijada casa cercana a un bosque al que nunca nadie osó poner nombre, por el hecho de que nadie se atrevía ni a mencionarlo, ya que corrían los rumores de que allí acontecían hechos extraños y misteriosos. No obstante y gracias a ello, los dos hermanos eran felices; no creían en aquellas supersticiones mundanas, y por otra parte tenían a su cargo el cuidado de varios caballos que los aldeanos les dejaban para que se alimentasen de aquellos ricos pastos.

   Una trágica tarde el mar trajo una terrible tempestad. Tan repentina y formidable, que a todos sorprendió desprevenidos. El hermano mayor rápidamente guardó los aperos de labranza y encerró los caballos en el establo, pero montó en cólera al darse cuenta de que faltaba el caballo que su hermano pequeño había estado montando aquella misma tarde en su paseo diario por el bosque.

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   Muy enfadado, le advirtió a aquel que las irresponsabilidades traen consecuencias, y le instó a que fuese inmediatamente al bosque corriendo en busca del caballo perdido. Y fue en el corazón del bosque, bajo una tormenta de la que se hablaría durante cientos de años después, donde un rayo golpeó al chico y terminó con su vida.


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   Aquella noche la furia del viento se desató como nunca antes el hermano mayor había visto. Soplaba sin cesar por cada uno de los rincones de la casa, las tejas volaban sumidas en terribles torbellinos por el aire, y los árboles se combaban furiosamente a un lado y a otro como si fuesen finas hierbas. Muchos de ellos no resistieron y fueron arrancados de cuajo por aquella violencia sin igual, para ser arrastrados cientos de metros más allá. Tras la ventana y con el paso de las horas, el arrepentimiento asomó en los ojos del hermano mayor, que salió corriendo al bosque a buscar a Ghioni, pues era éste el nombre de su único hermano.

   Pasó el resto de la noche buscando en vano, y sus lágrimas brotaron sin consuelo posible al descubrir con el amanecer cómo el caballo perdido había vuelto por sí solo al establo con los primeros rayos del sol. Durante días se pudo oír gritar su voz rota vagando sin rumbo por bosque; "¡Ghioni, Ghioni!", pero fue en vano. Cuentan que el silencio más absoluto se cernía a su paso, debido a la fuerte pena que irradiaba en su caminar.



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   Fue Artemisa, la diosa griega de los bosques y la caza, quien se percató de la trágica historia y se apiadó de aquel pobre muchacho. Cuando se acercó a éste, el mortal cayó a sus pies suplicando entre lágrimas que pusiera fin a tal tormento. Artemisa, compadeciéndose de su mala fortuna, accedió a transformarlo en un autillo. Su loable gesto sin embargo no pudo poner fin a la desgracia, tan profundo era su dolor, ya que aún hoy en día puede oírse al solitario autillo buscando a su hermano, cantando lastimeramente "¡Ghioni, Ghioni!" por todo aquel bosque en el que habita. 

Visión clásica y actual de la diosa Artemisa (Vías 1 y 2)





   Sin duda la leyenda se inspira en el canto lastimero del autillo, nocturno, corto, agudo y aflautado, repetitivo cada aproximadamente tres segundos. Puedes pulsar aquí para oirlo. Como ves, es fácilmente imitable, pudiendo suscitar mediante este reclamo la curiosidad del animal.

   Para encontrarlo tendremos que buscarlo en bordes de arboledas y claros, así como en paisajes abiertos o parques, junto a ruinas de edificios, anidando en huecos de árboles viejos o agujeros que les sean propicios en los restos de casas abandonadas. He aquí un punto esencial en supervivencia de muchas de nuestras rapaces nocturnas; la retirada selectiva de árboles viejos o añosos, puede perjudicar gravemente las posibilidades de que especies como el autillo se establezcan en nuestros campos o jardines. En realidad no rehuye la presencia del hombre, y aprovecha cajas nido hechas para tal fin, así como viejos nidos de urraca o pájaro carpintero.


Una caja nido como hogar para una familia de autillos (vía)
   El autillo es un ave nocturna de tamaño muy pequeño, de apenas 100 gr de peso y poco más de un palmo de altura (unos 20 cm de longitud), aunque en realidad su envergadura alar pueda llegar hasta los 50 cm. En todo caso es siempre más pequeño y espigado que un mochuelo. Un rasgo distintivo lo forman sus "orejas", que en realidad no son orejas sino que están formadas por un penacho de plumas en la parte superior de su cabeza, aunque es bueno saber que éstas no siempre son visibles ya que las yergue a voluntad y suelen mostrarse cuando está en posición de alerta.

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   Tiene un plumaje variable según el individuo, que alterna grises y blancos con colores más parduzcos y rojizos. En todo caso el pecho siempre será listado en negro sobre fondo gris con pintas blancas, formando en su conjunto un complejo diseño de motas y franjas de diferentes tonalidades. En general su plumaje le mimetizará perfectamente en la corteza de los troncos y ramas por los que suele posarse, y dada su discreción podría pasar totalmente inadvertido entre la vegetación arbórea si no fuese por sus profundos y grandes ojos amarillos que le confieren un gran poder de visión en la oscuridad. Es por ello que es mucho más fácil saber de su presencia por su canto en las horas del ocaso, que por su propio avistamiento.



Comparación visual del autillo con el mochuelo, en un trabajo genial de Jorge Falagán (Vía)

   Aprovecha la noche o las horas crepusculares para acechar y cazar a sus presas, presentando diversas adaptaciones morfológicas para ello. En primer lugar, sus alas son más redondeadas y su plumaje es suave, con bordes irregulares aserrados que reducen la fricción entre plumas, lo que les asegura un vuelo corto y absolutamente silencioso aún a costa de renunciar a vuelos más rápidos como los de las rapaces diurnas.

Detalles de una típica pluma de rapaz nocturna, con bordes serrados, irregulares, y tacto esponjoso.
Todo ello adaptaciones para evitar el roce entre ellas y con ello el posible ruido generado (vías 1 y 2)

Gracias a su plumaje el autillo consigue pasar desapercibido junto a los troncos que frecuenta (vía)

   Ya hemos hablado del sorprendente mimetismo que alcanza con su librea de colores grises y pardos, que lo hacen prácticamente invisible si no fuese por sus llamativos ojos amarillos, con grandes pupilas circulares y capaces de captar el menor rayo de luz nocturna con un gran campo de visión. Morfológicamente, al tener unos ojos muy grandes, estos tienden a aplanarse y pierden cierta profundidad relativa en el cráneo, lo que les impide que puedan hacerlos girar dentro de sus cuencas oculares manteniendo siempre la mirada fija. No obstante, pueden girar su flexible cuello hasta más de 180 grados, moviendo completamente la cabeza lo que supone no solo una ventaja a nivel ocular, sino también auditiva a la hora del acecho. Al contrario que la mayoría de las aves, tienen visión esteoroscópica, lo que les permite calcular las distancias en tres dimensiones y con una mayor precisión en distancias medias y cortas para capturar presas de una forma efectiva. Son unos auténticos especialistas, y aún para un cálculo más exacto de la profundidad, realizan movimientos de arriba abajo o hacia ambos lados con la cabeza, percibiendo la presa desde distintos ángulos asegurando su posición por paralelaje.

Visión estereoscópica de los búhos y lechuzas (vía)
   Pueden además percibir los colores, lo cual es algo muy favorable para especies que también cazan a la caída del sol, o que símplemente se ven forzadas a ello para dar de comer a toda su prole. Pueden también contraer o dilatar sus pupilas de una forma increíble, llegando algunos estríngidos al extremo de poder hacer desaparecer el iris.
El plumaje puede variar en una amplia gama que va desde los grises hasta los más pardos (vías 1 y 2)

   No obstante, y a pesar de todo ello, lo que le resulta definitivo al autillo para la detección de una presa es el sentido del oído, que es extremadamente fino en parte debido a la asimetría de sus canales auditivos, lo que les ayuda a una mejor localización contínua del origen del ruido. Para que nos hagamos una idea, no sólo es capaz de identificar un sonido, sino que puede localizar su origen y movimiento con total exactitud gracias a lo que se ha venido a llamar "escucha direccional".

(vía)
   Su pico, aunque corto, es fuerte y ganchudo, utilizándolo para rematar a las presas, que tragan enteras o en grandes pedazos. Sus patas (también emplumadas, para evitar ruidos en el vuelo) son relativamente fuertes, con garras de cuatro dedos, pudiendo articular el posterior a voluntad tanto hacia adelante como hacia atrás a diferencia de las rapaces diurnas.

Detalle de las plumosas patas y garras con un cuarto dedo reversible (vía)
   Amigo del hortelano desde siempre, su alimentación se basa mayormente en todo tipo de insectos, tales como polillas, saltamontes, grillos y cucarachas, aunque no desaprovechará la ocasión si puede cazar algún pequeño roedor, lagartija, murciélago o pajarillo. Pone de tres a seis huevos blancos entre los meses de abril y mayo, incubándolos la hembra durante 25 días. Al nacer, los pollos serán alimentados por la hembra con los aportes que el macho cazará para su prole, hasta que, pasados otros 25 días, comiencen a volar del nido. No obstante, ambos adultos seguirán alimentándolos durante al menos dos meses más. Otro hecho curioso es que los autillos se emparejan de por vida, volviendo juntos tras la migración, y haciendo gala de frecuentes muestras de cariño el uno al otro.

   Solemos relacionar la migración con grandes bandadas de grullas, cigüeñas o milanos, pero como tantos otros discretos ejemplos este pequeño buho es también un ave migradora estival, que por lo general habitará en la región mediterránea durante la primavera y el verano entre los 1400 metros de altitud y el nivel del mar, aprovechando así para criar. Rara vez inverna en nuestras latitudes (se da el caso en las zonas más mediterráneas y costeras, tales como el levante o la andalucía más meridional, donde incluso llegan a invernar ejemplares del resto de europa), siendo su conducta más habitual viajar en la época invernal hasta el África subsahariana, donde encontrará mayor fuente de alimento. Puntualmente pueden encontrarse ejemplares en los bordes de dispersión, e incluso mucho más allá, como ya vimos no hace mucho en el post "Un autillo en el Polo Norte".

Distribución mundial del autillo. Zonas de invernada en azul, en amarillo las estivales,
y en verde la localización de las poblaciones sedentarias (vía)
   La tendencia poblacional de la subespecie que ocupa tanto la península como Baleares marca una clara decadencia de la especie, y por ello se trata de una especie protegida. No existen censos específicos al uso, pero diversos estudios (Tucker & Heath, 1994; Hagemeijer& Blair, 1997; SEO/BirdLife, 2002) lo marcan como un hecho patente. Como causas principales de esta decadencia se presenta la ya mencionada falta de disponibilidad de huecos en árboles viejos y añosos, la desaparición paulatina de los sotos fluviales, el uso indiscriminado de plaguicidas, presión urbanística descontrolada en zonas costeras, así como los frecuentes atropellos y expolio de nidos. La solución a esta lenta y triste desaparición sería la misma que en tantas otras especies; un mayor control del uso de plaguicidas en zonas agrícolas, fomento de una agricultura más ecológica, y salvaguardar arboledas viejas o en su defecto fomentar la puesta de cajas nido, que parece que están dando buen resultado para esta especie.


Autillo europeo (Otus scops) en su posadero (Vía)


Un autillo en el Polo Norte


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   La historia de hoy la protagoniza un despistado autillo (Otus scops), y si no fuese por lo pequeño y discreto de la especie, habría tenido mucha más repercusión. Digamos que si hubiese aparecido un oso polar de vacaciones por los pirineos, todos nos habríamos echado las manos a la cabeza, y sin embargo la proeza de este singular ave sería algo comparable.


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   Para el que no haya visto un autillo en su vida, además de animarle a que ponga remedio a la situación ya que no se arrepentirá de conocerlo, cabe reseñar que se trata de una pequeña y curiosa rapaz, de no más de un palmo de altura, e insectívora por demás. De hecho su dieta se basa habitualmente en cucarachas y polillas, y aunque ocasionalmente no hace ascos a pequeños roedores o pajarillos, se erige en los sotos de la región mediterránea como uno de los grandes aliados del hortelano.

   Eso sí, no lo busques en invierno porque es capaz de viajar hasta el sur del desierto de Sahara cada año con tal de que no se le enfríen las patas… O al menos eso es lo que siempre hemos pensado, solo que la realidad no está solo en los libros y muchas veces nos hace ver lo maravilloso de la excepción, de la sorpresa.



   Porque nuestro protagonista de hoy, no se sabe muy bien por qué, apareció en la bonita ciudad noruega de TromsØ, en pleno Círculo Polar Ártico. Cuando unos niños lo encontraron vagando por las calles, el pobre bicho estaba siendo acosado por cornejas y al borde de la extenuación; escaso premio para haber cruzado el continente europeo de sur a norte en plena época invernal.


El autillo que quería ver el Polo Norte (vía)

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   Al menos el pobre autillo, en su viaje suicida, tuvo la suerte de llegar a las manos del ornitólogo Karl-Otto Jacobsen, del Norwegian Institute for Nature Research, quien tras cuidarlo para que se recuperase del susto, contactó con el experto en aves rapaces Mario León, así como con el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre El Valle, en Murcia, que se hicieron cargo del pobre animalillo.




   Así fue cómo, en cuestión de horas, el autillo cruzó de nuevo toda Europa, pero esta vez en un confortable avión, en lo que supuso su feliz regreso a casa donde le espera una segunda oportunidad.


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   Una historia entrañable (como tantas otras historias que, anónimas, habrá por ahí rondando y de las que nunca sabremos) que nos hace ver lo maravilloso de la migración, y de cómo todo puede comenzar con un despiste, con un contratiempo, o simplemente por pura casualidad. Si el pobre autillo, en lugar del círculo polar hubiese encontrado un ambiente razonablemente apto para pasar la época invernal… ¿quién le hubiera dicho que no repitiera el viaje, año tras año?

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¿Será un pájaro, será un avión?


   ¿Qué os parece si hoy intentamos identificar vencejos, aviones y golondrinas? Son unos animales increíbles, insectívoros de vuelos vertiginosos que no suelen faltar cerca de nuestros hogares en los meses de primavera y verano, y sin embargo tendemos a mezclar nombres y terminamos por no saber quien es quien. Vamos a intentar que la próxima vez que veamos uno sepamos, sin mucho margen de error, de quién estamos hablando. Al menos de los más comunes, que luego ya caerán posteriores posts para irlos conociendo más detenidamente a cada uno...


Aviones comunes recogiendo barro para la construcción del nido (vía)


   Así de buenas a primeras, podemos diferenciar tres grupos; Vencejos, golondrinas, y aviones.







   Los vencejos (familia Apodidae) son unos animales increíbles. Vuelan a grandes alturas (hasta más de un km!) y prácticamente viven en el
aire, tanto es así que pueden hasta dormir o reproducirse suspendidos en el aire mientras vuelan para no tener que posarse. Cuando se ven obligados a ello, mayormente por temas de anidación, eligen huecos en cornisas o atalayas desde las que puedan lanzarse al vacío y remontar el vuelo sin problemas, ya que sus cortas patitas no les sirven para andar, sino sólo para agarrarse a las superficies. Suelen volver a nuestras latitudes tras invernar en el Sur de África, para aquí anidar en los huecos de los edificios viejos aprovechando las grietas de las paredes.


Ruidoso grupo familiar de vencejos comunes (vía)

   La identificación del vencejo común (Apus apus) es sencilla. Tiene una silueta gris oscura (tan solo su garganta es algo más pálida, pero es algo difícilmente observable en
vuelo), con las alas muy estrechas y largas (en forma de guadaña) y una cola corta levemente ahorquillada. Suelen formar grupos familiares chillones, vuelan a altísima velocidad, y su tamaño relativamente grande si lo comparamos con aviones o golondrinas.


Vencejo común (vía).



   El vencejo pálido (Apus pallidus) es muy similar al vencejo común, pero con tonos algo más marrones y la mancha de su garganta algo más patente. Son fácilmente confundibles, siendo la distribución de éste último limitada a zonas costeras del sur, este y oeste peninsular.

Vencejo pálido (vía). Silueta similar al vencejo común, solo que algo más parduzco y garganta blanquecina más patente



   El vencejo real (Apus melba) es grande, muy grande incluso para ser vencejo, con grandes manchas blancas tanto en la garganta como en vientre. Su vuelo es más pausado, y suele anidar en riscos lejos de las grandes ciudades.


Vencejo real (vía). De tamaño grande, batir de alas lento, y vientre y garganta blancos.




   Las golondrinas, al igual que los aviones (familia Hirundinidae) son unos paseriformes visiblemente más pequeños que los vencejos, aunque  sus costumbres de vida son similares a aquellos. Tienen una cola larga y muy ahorquillada que las hace inconfundibles.


 
Pollos volanderos de golondrina común (Hirundo rustica)



    El nido de la golondrina común (Hirundo rustica), hecho con barro y pajas que va recolectando con su pico, tiene forma de cuenco abierto apoyado siempre en muros o riscos, buscando el resguardo frente a inclemencias meteorológicas. Tiene garganta y cara de color rojo (ocre en los juveniles), collar negro característico, vientre totalmente blanco, y manchas blancas (ventanas) en las plumas de su cola.
 
Golondrina común en vuelo, y sus polluelos en el nido (vías 1 y 2)
Obsérvese la cola ahorquillada (moteada en blanco cuando está extendida),
la cara y garganta rojiza de los adultos, y el vientre blanco.

 
   La golondrina dáurica (Hirundo daurica) es algo más esquiva a las poblaciones humanas, construye con barro su nido en precipicios, cuevas o ruinas, constando éste de una cámara
cerrada con un túnel de entrada. Su forma es similar a la golondrina común, pero tiene un obispillo (mancha en la espalda) color rojizo pálido, garganta pálida, además de otra franja rodeando su cara y nuca del mismo color.


 
Golondrina dáurica (Vías 1 y 2). Obsérvese su obispillo, garganta y franja en la cabeza







   En realidad pertenecen a la misma familia que las golondrinas, aunque los distinguiremos fácilmente por su cola no tan larga ni
ahorquillada.


   Como dato identificativo del avión común (Delichon urbica) tenemos su obispillo blanco. Vientre también totalmente blanco, aunque cola (y resto del dorso) completamente negros. Cría en
las cercanías del hombre, en cornisas y muros, aunque también está presente en precipicios y áreas no tan antropizadas. Su nido tiene forma de cuenco aunque normalmente cerrado por la cornisa que lo sostiene.


 
Avión común (vías 1 y 2)
Obsérvese el obispillo y vientre blancos, en contraste con su dorso y cola completamente negros.


Nido de avión común (vía) en una cornisa.


   El avión zapador (Riparia riparia) cría en colonias excavando túneles de más de un metro de profundidad en terraplenes o taludes de cierta altura, siempre cercanos a alguna
laguna o zona húmeda donde cazarán su fuente de alimento. Tamaño pequeño, con dorso grisáceo-parduzco sin obispillo diferenciable, y vientre blanquecino con una franja pectoral característica.



Avión común (vías 1 y 2)
Obsérvese el tono parduzco oscuro de su dorso, mucho más aclarado ventralmente
donde es atravesado por una franja ventral más oscura. Carece de obispillo patente.


Aspecto típico de una colonia de avión zapador (vía)



   El avión roquero (Ptyonoprogne rupestris) es similar al anterior, algo más grisáceo. Cría en ambientes montanos y rupícolas, en precipicios, cuevas, roquedos o ruínas. Su cola extendida tiene leves manchas blancas destacadas.


El avión roquero (vías 1, 2 y 3) es similar al zapador, quizá algo más grisáceo
y sin la franja ventral que atraviesa el pecho de aquél.
Su cola tiene manchas blancas características, aunque son difíciles de diferenciar en vuelo.

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