Luciérnagas I



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Lampyris noctiluca; macho (izq),
hembra (dcha) y larva (abajo).  Vía.
   El hecho de que la cantidad de nombres que tenga este insecto sea un índice usado para ver la riqueza del vocabulario de una lengua, al pobre bicho le debe dar un poco igual. Pero desde luego es un hecho cierto que da a entender que estamos ante uno de los insectos más populares (y por ello con más nombres comunes que se pueda encontrar, tanto en nuestro idioma como en cualquier otro). Nombres como "gusano de luz", "bichitos de luz", "luceros", "cocuyos", "linternas", o "candiles", no son sino unos pocos de las numerosas palabras que tiene guardadas nuestra lengua para estos pequeños coleópteros.

   El término más común, el de "luciérnaga" parece derivar de la palabra latina "lucerna", que significa "candil", aunque también podría derivar de su diminutivo "lucernula", o "lamparita".



    Sorprende que un animal tan popular en nuestro país sea a la vez tan desconocido, y no solo para aficionados, sino también para la ciencia... así que vamos a intentar conocer un poco más de estos adorables vecinos. Quizá leer sobre ellas no tenga parangón con la emoción de descubrir una, y esa sensación de estar ante algo excepcional que hay que compartir inmediatamente con el que está al lado... pero por algo se empieza, y descubrir cómo son más allá de cuentos y poesías, es también un buen comienzo.


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Dimorfismo entre macho y hembra (vía)
     Si nos fijamos en la especie más frecuente en nuestras latitudes, la Lampyris noctiluca, lo primero que llama la atención es su marcado dimorfismo sexual. Si tu idea de luciérnaga es un gusano que emite luz bajo su abdomen, estás hablando de la hembra. Su cuerpo alargado, segmentado y de color negro, resulta que no tiene alas por lo que su movilidad será muy reducida. Los machos, sin embargo, parecen insectos totalmente diferentes; más pequeños, alados, con ojos bien desarrollados que le ayudarán a detectar a las hembras, que a su vez estarán llamando su atención gracias a su bioluminiscencia. También los machos voladores parpadean en su búsqueda amorosa, aunque su brillo es algo menor en intensidad. 

  

Lampyris noctiluca; macho, hembra y larva
(vías 1, 2 y 3)
     Tanto los machos como las hembras tienen una vida efímera, apenas una semana de vida, en la que vivirán única y exclusivamente de sus reservas ya que no se alimentarán. Al contrario que los adultos, podremos ver a las larvas en cualquier estación durante sus dos años de desarrollo, a excepción de las latitudes más frías, donde las larvas podrán hibernar. También las larvas pueden producir una más discreta bioluminiscencia durante unos segundos, normalmente cuando se sienten en peligro y como medida defensiva. Un aviso visible a más de quince metros para los predadores, ya que resultan ser bastante indigestas y tanto las aves insectívoras como el resto de animales suelen ignorarlas. Al igual que la hembra, las larvas tendrán un color oscuro, aunque ligeramente punteado en los extremos de sus segmentos.

    Cada especie tiene sus patrones y pautas para emitir luz. Así, otro género también presente en la Península Ibérica, el género Luciola, se caracteriza porque sus especies emiten luz de forma intermitente y no fija, alternante entre machos y hembras en lo que bien pudiese ser una conversación entre ambos, y cuyos intervalos temporales entre preguntas y respuestas dependerán de las distintas especies. La pregunta del millón, el por qué pueden producir luz, tiene una respuesta química; la luciferina reacciona con oxígeno y ATP, desprendiendo la energía luminosa en combinación con la enzima catalizadora luciferasa. El resultado es una luz amarillenta o verdosa, que se ve aumentado gracias a unos cristales de ácido úrico, que actuarán como reflectores de la luz.


   Curiosamente es un proceso muy eficiente, ya que sólo el 2% de la energía consumida se  disipa en forma de calor, frente al 94% de una bombilla convencional, e incluso siempre inferior al de las bombillas de bajo consumo. El resultado es que la hembra siempre se mantendrá fría.
  


Pupa de luciérnaga semienterrada (vía)
 

   Si como en cada ciclo el principio es el final, nos fijaremos cómo entre los meses de junio y agosto las larvas, en su segundo año de vida, se convierten en pupa al amparo de un tronco o una piedra, a menudo en grupos para asegurar la futura cercanía de distintos individuos. A continuación emergerán los adultos, tanto las tempraneras hembras como los rezagados machos, siempre con un desfase aproximado de entre cuatro a seis días entre ellos.



   La hembra lucirá desde el atardecer y hasta después de media noche, en el suelo o subidas a piedras y ramas donde puedan ser más visibles para llamar la atención de un macho, escondiéndose entre las piedras durante el día. Lo normal es que tengan suerte y solo brillen durante una única noche, aunque las menos afortunadas (ya sea porque emergieron en un lugar o en un momento de escasa afluencia de machos volando a escasos centímetros del suelo) seguirán brillando hasta que se emparejen, momento tras el cual la hembra apagará su farolillo. Tras el apareamiento realizará una puesta de entre 50 a 150 huevos esféricos de aproximadamente 1 mm de diámetro. Dichos huevos podrán igualmente brillar de una forma apagada durante días, y al cabo de un mes eclosionarán las oscuras larvas, que al poco de salir se afanarán en buscar su primera presa a una velocidad de 5 metros cada hora. Afortunadamente sus presas, caracoles y babosas, no resultan ser mucho más rápidos.


Diferentes estadíos del ciclo de vida de una luciérnaga; Larva (4b), hembra (4a) y machos (3 y 4). (vía)
 


Luciérnaga hembra llamando la atención de los machos
(vía)
    Al llegar el periodo más frío (tanto del primer como de su segundo año de vida) las larvas tendrán la posibilidad de hibernar bajo troncos piedras u hojarasca, aunque en aquellos lugares en los que no se baje de los 4ºC nocturnos seguirán cazando caracoles y brillando durante las horas de oscuridad ya que, efectivamente, prefieren vagar en busca del rastro mucoso de sus víctimas así como cazarlas al amparo de la noche. Se da el hecho de que son más activas en los meses de abril y junio, pudiendo verse también fácilmente en las horas centrales del día. Esto podría ser debido a que la especie busca la dispersión y lugares óptimos para establecer nuevas colonias.

   Tan claro como eso; las tiernas luciérnagas resultan ser unos depredadores absolutamente especializados, que se alimentan de caracoles y babosas.
    

Larva de Lampyris noctiluca (via)
     Tras seguir el rastro de babas o símplemente encontrar a su presa, la larva se sube sobre ella y espera hasta encontrar el mejor momento de morderla y así inyectar un jugo que, además de paralizar completamente al desafortunado caracol, empieza a digerir y transformar los tejidos internos de este en una papilla a posteriori fácilmente absorvible por la luciérnaga.

   Así pues, nuestro gusanito de luz resulta ser un maravilloso aliado del hortelano, ya que durante su desarrollo, una larva puede llegar a comer la friolera de más de setenta caracoles.

Larva de luciérnaga mediterránea, Nyctophila reichii (vía)

   Ahora conocemos un poco más de ellas, pero quedan muchas preguntas por responder... ¿qué especies de luciérnaga hay en nuestros huertos? ¿Están realmente desapareciendo? ¿Cómo, cuándo y dónde podríamos buscar para encontrarlas? ¡No te pierdas nuestro próximo post, prometemos responder a todas esas preguntas y muchas más!

Si te has quedado con ganas de más....

Luciérnagas II:
  • Especies ibéricas más comunes.
  • ¿Están desapareciendo las luciérnagas?.
  • Dónde y cómo buscar luciernagas.

Abejorros II





Nido de Xilocopa violacea, el abejorro carpintero europeo (vía)


   Como decíamos en el anterior post sobre los abejorros únicamente las jóvenes reinas hibernan, y es por eso que acumularán grasa corporal tanto como les sea posible antes del invierno, cuando se ocultarán en el suelo para hibernar tras ser fecundadas...

(vía)
   Terminado éste y ya en la primavera, la reina fundará una nueva colonia, y tendrá que dedicarse a poner huevos, a cuidar de las primeras larvas que crecerán en pocos días, así como de recolectar el polen para sus crías y néctar para su propia alimentación. Las larvas pasarán pronto a pupas, y de ellas nacerán nuevos obreros. Al nacer los pelos de su cuerpo no estarán totalmente pigmentados y serán grisáceos. Estos inmaduros no saldrán de la colonia al menos las primeras 24 horas, aunque el proceso que le lleve a ser adulto tardará hasta cinco semanas, dependiendo de la especie y las condiciones ambientales. 


   Esta nueva generación de abejorros será ya la que se encargará de recolectar y almacenar el alimento, así como de alimentar a las sucesivas generaciones. Desde este momento la reina no volverá a salir del nido, y se dedicará a poner huevos hasta alcanzar la cifra aproximada del centenar de obreras (ocasionalmente pueden llegar a 400), que será cuando disminuya la actividad de la colonia, y comenzarán a nacer jóvenes reinas y zánganos que serán expulsados inmediatamente de la colmena, por lo que dormirán entre las flores y las grietas. Las nuevas reinas se aparearán e hibernarán, la antigua reina así como el resto de integrantes de la colonia morirán, y se cerrará de esta manera el ciclo de vida. Las colonias, por lo general, duran una única estación.

Abejorro de jardín, Bombus hortorum (vía)
   Con la llegada de la primavera, las nuevas reinas buscarán el lugar adecuado para crear su propio nido. Dependiendo de las especies, unos anidarán bajo el suelo en agujeros subterráneos o aprovechando túneles y madrigueras excavadas por otros animales, otros lo harán entre los arbustos, otros harán agujeros en la madera de los árboles, o incluso otros lo harán directamente en el suelo. A menudo suelen forrar sus nidos con una cubierta de cera (involucro) que los protegerá y aislará de las inclemencias del tiempo y de potenciales enemigos. Dentro ya del nido, la reina creará con cera las celdas para almacenar los alimentos y para poner sus huevos. 

 Ciclo vital de una colonia de abejorro, desde que la joven reina sale de la hibernación para crear una nueva colonia, a través de las sucesivas generaciones de puesta (1, 2 y 3), para finalmente cerrar el ciclo con nuevas reinas y zánganos.
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Abejorro de cola blanca, Bombus lucorum (vía)


Para su orientación utilizan una combinación de relaciones entre colores,  geometrías espaciales y hasta olores, aprendiendo así el camino a seguir para alimentarse de las flores más suculentas. Suelen visitar las mismas fuentes de alimento de forma cotidiana, siempre y cuando sigan encontrando néctar y polen en ellas, en un comportamiento que recibe el nombre de "constancia floral". 

   También hay estudios que afirman que pueden detectar la intensidad de los campos eléctricos emitidos por las cargas estáticas de las flores, con lo que pueden detectar si una flor ha sido recientemente visitada por otra abeja. De hecho, son los primeros insectos conocidos con capacidad de electrorecepción (Ver noticia).

Abejorro tempranero, Bombus pratorum (vía)
   Además, algunas especies de abejorro pueden dejar distintas marcas de olor, que disuadirá a otros abejorros de alimentarse de dicha flor. Se cree también que usan dicho rango de olores para marcar la situación del alimento y su distancia (que puede llegar hasta uno o dos kilómetros) desde la colmena. Como veís su forma de orientarse no guarda mucha similitud con la danza de las abejas.



 
B. lucorum (izquierda) y B. pratorum (derecha) libando en un girasol 





Caja-nido para abejorros reina,
en una plantación de tomates (vía)
   La importancia de la polinización de los abejorros queda patente al descubrir que su comercio y aplicación en distintas plantaciones está en auge. Ejemplo de ello es el uso generalizado para una especie tan carismática como el tomate de invernadero. Se da el hecho de que hay especies de plantas, tanto en cultivos como silvestres, que sólo pueden polinizarse por abejorros al ser estos más efectivos por el uso, entre otras, de técnicas como la del "zumbido de la polinización", en la que el abejorro mediante vibraciones, queda totalmente inmerso dentro de la flor.




   No hemos descubierto la pólvora, ya que fué el mismísimo Charles Darwin, en su afamada obra "El orígen de las especies" (1859), donde advertía que los abejorros eran indispensables para la fertilización de algunas especies tales como la Viola tricolor o el Trifolium pratense, ya que estas especies no eran visitadas por otras abejas al no poder alcanzar el néctar. Ya por entonces aconsejaba que, dado que eran los ratones los que comúnmente destruían los nidos de abejorros, una población más numerosa de felinos podría determinar la frecuencia de ciertas flores en distintos distritos de inglaterra.













   La destrucción de su hábitat, el incremento de la contaminación y el uso indiscriminado de pesticidas, ha hecho que los abejorros, un grupo especialmente sensible, estén en franca decadencia. Ya hemos visto el caso de Gran Bretaña, donde de las diecinueve especies nativas que hasta hace muy poco allí habitaban, tres se han extinguido completamente, y sólo seis siguen siendo relativamente abundantes. El resto están en declive, pero Gran Bretaña no es sino un ejemplo más de lo que está pasando en todos los países desarrollados del planeta. La importancia de esta amenaza ya nos la advirtió Darwin, y aunque tarde ya ha hecho reunirse a los especialistas en abejorros a nivel mundial, y se están empezando a crear incluso santuarios de abejorros para la conservación de especies, como el de Vane Farm en la Reserva Natural de Loch Leven, en Escocia.


Vane Farm Nature Reserve, en Escocia (vía)


Abejorros I


   Si hoy te levantaste, te asomaste a la ventana para respirar hondo, y una pequeña pelota peluda que volaba torpemente de flor en flor te ha saludado con un zumbido amenazador, enhorabuena; te has topado con un alegre abejorro. No en vano, etimológicamente el término "Bombus" podría originarse en la palabra "bombos", del griego antiguo, en referencia a el zumbido que produce durante su vuelo.
Bombus terrestris, dándose un chapuzón de néctar.

   Los abejorros son visitantes habituales de nuestros jardines y terrazas, y sin embargo no dejan de ser unos grandes desconocidos. Por ejemplo, aunque los veamos solitarios en su búsqueda de néctar y polen (como podéis imaginar, son unos increíbles agentes polinizadores) resulta que son unos insectos muy sociables. Su organización social guarda mucha similitud con la que ya vimos en las abejas: una reina, distintos abejorros hembra obreras que hacen la mayor parte del trabajo en la colonia, así como machos reproductores que cooperan en las distintas necesidades de la colonia. Colonias, vaya por delante, que son mucho menos numerosas que las de sus primas las abejas.






   Cuando hablamos de un abejorro parece que debe haber uno o dos, y sin embargo hay más de 250 especies distintas de abejorros. Consecuentemente, decir que un abejorro tiene una forma o color es algo bastante incierto, porque varían enormemente no ya con las distintas especies, sino hasta incluso dentro de individuos de distintas castas en la misma especie, lo que hace que su determinación sea bastante complicada. Por lo general, suelen ser peludos, con colores negros y amarillos en bandas, ocasionalmente rojos o incluso totalmente negros.

   Para poder identificarlos y a modo de orientación, aquí os adjuntamos unos dibujos con los más comunes:


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Nidos de abejorro (vía)


   Su presencia mundial se centra en el hemisferio norte y sudamérica, aunque fueron también introducidos en Australia y Nueva Zelanda. Redunda decir que el continente australiano ha sido por antonomasia la fuente de experimentación en el arte de introducir nuevas especies produciendo un grave impacto a las nativas que allí moran, tanto por la transmisión de nuevos patógenos que no han evolucionado paralelamente a la especie, como por el hecho de que las especies introducidas suelen ser más eficientes ante la no existencia de un predador o competidor que las regule. Ya vimos un ejemplo con la viborera, y los abejorros no iban a ser menos. En la época de las colonias, los comerciantes introdujeron distintas especies de abejorro con la intención de ser más eficientes en su afán polinizador en las plantaciones que allí se llevaban a cabo. El resultado fue una rápida expansión de dichas especies de abejorro (¡de hasta 90 km anuales!), en detrimento de las especies de abejorro nativas.

Abejorro de cola roja, Bombus lapidarius (vía)
   Normalmente estas historias no tienen una vuelta de hoja y terminan mal, pero en este caso sucedió que, en su inglaterra natal, los abejorros empezaron a escasear fruto del aumento de la polución, la fragmentación de hábitats, así como del uso indiscriminado de pesticidas. Y resultó que finalmente se dieron por extinguidos, hasta que alguna mente brillante recordó aquel episodio pasado, en el que unos cuantos abejorros se hicieron a la mar para conquistar nuevos mundos... y así fue cómo hicieron el viaje de vuelta, para recolonizar la tierra natal que ya volaran sus ancestros.








   Biológicamente, encontramos muchas similitudes con las abejas. Por ejemplo tienen el cuerpo totalmente cubierto de pelos largos y ramificados que guardan diversas funciones. La más obvia quizá sea el hecho de que son una trampa estupenda para almacenar polen de forma involuntaria. Es más, dichos pelos acumulan carga electrostática que hacen que el polen se sienta atraído por ellos. Por supuesto, también protegerán al animal del frío en invierno.

   Como puedes ver además en el abejorro común (Bombus terrestris) de la fotografía superior, también la pata trasera de las obreras está modificada para tener un cestillo cóncavo cuya función básica es el transporte de polen a la colmena.



   La reina tiene la capacidad de diferir internamente la fecundación de sus huevos, para así sólo fertilizar los huevos que se convertirán en próximas hembras reina, dependiendo de las necesidades de la colmena. Al igual que sus parientes las abejas, el polen tendrá un papel decisivo en la alimentación de las larvas, y consecuentemente en la determinación de la futura casta del individuo. Los huevos de la reina no fertilizados darán lugar a zánganos, aunque un hecho característico es que las hembras obreras no son completamente estériles y pueden también poner huevos que darán lugar exclusivamente a machos viables. Este hecho quedará inhibido por las feromonas especiales, así como por las agresiones físicas, que la reina ejerza sobre sus súbditos.



Bombus pascuorum, el abejorro común del cardo  (vía)

   Al contrario que las abejas y salvo las jóvenes reinas (que acumularán grasa corporal tanto como les sea posible antes del invierno, cuando se ocultarán en el suelo para hibernar tras ser fecundadas), el resto de la colonia de abejorros no hibernará y no tendrá la necesidad de producir miel, y es por ello que su uso agrícola se limita a la polinización. Al regresar los abejorros al nido, depositan el néctar y el polen en las celdas de cría o de almacenamiento, pero sólo durante unos días, por lo que son mucho más vulnerables a la escasez de alimento que las abejas melíferas. Por todos estos motivos les hace ser  más activos en condiciones o circunstancias en las que las abejas cesan o bajan su actividad, por ejemplo: no tienen problemas en libar en espacios de dimensiones reducidas como invernaderos o túneles, y además pueden hacerlo a temperaturas relativamente bajas (en torno a 10ºC) y con escasez de sol (otro punto que les diferencia: su orientación no depende del sol como en el caso de las abejas), incluso son capaces de visitar nuestras florecillas con un viento fuerte y una lluvia ligera... ¡insectos todo terreno!

Xilocopa violacea, el abejorro carpintero europeo, que hace sus nidos en los troncos y árboles muertos (vía)

   Otra gran diferencia entre abejas y abejorros es la ausencia de comunicación entre ellos, y este hecho es muy positivo para por ejemplo campos de frutales, ya que al no saber donde se encuentran las flores idóneas para visitar va tanteando por aquí y por allá una y otra vez, favoreciendo la polinización cruzada.


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