Plantas de cada día; la ferula o cañaheja (Ferula communis)


   Cuenta el poeta griego Hesíodo en su obra "Teogonía", allá por el año 700 a.C., cómo el titán Prometeo, en su afán benefactor hacia la humanidad, robó el fuego sagrado de Zeus y lo transportó en el carro alado de Helios hasta la tierra escondido en una cañaheja prendida, ardiendo en su interior oculta lentamente. La historia venía de un poco más atrás, ya que precisamente Zeus había negado al hombre el fuego como castigo a otro engaño previo del mismo Prometeo, quien había sacrificado un buey partiéndolo en dos, dándole a elegir entre la parte con la piel y los huesos pero oculta bajo jugosa grasa, y dejando la carne en la otra mitad.

Busto atribuido a Hesíodo, el campesino poeta. (vía)
   Prometeo era un titán inteligente y perspicaz, pero ofender y dejar en ridículo a Zeus en tantas ocasiones no podía sino acarrearle desgracias; cuando vió Zeus desde el Olimpo el fuego brillando entre los hombres, tronó con furia y decidió vengarse insuflando vida en una mujer de arcilla a la que llamó Pandora, que enamoró al hermano de Prometeo, Epimeteo, y terminó por abrir como todos sabemos el ánfora que contenía todas las plagas y desgracias de la humanidad.
 
Ay, Pandora Pandora... (vía)
   No le fué mejor al propio Prometeo, que fué encadenado a las rocas del Cáucaso por Hefesto. Y allí cada día recibía la visita de una enorme águila mandada por Zeus, que le comía en vida el hígado pero que, al ser inmortal, se regeneraba cada noche continuando con el terrible sufrimiento. Y así hubiese sido por toda la eternidad de no haber sido por Heracles, hijo del propio Zeus, quien se apiadó de él y mató al águila.

Prometeo robando el fuego para la humanidad por Jan Cossiers (izquierda),
y en un capítulo algo más trágico para el, en una copa lacónica de los años 565-550 a.C. (vías 1 y 2)

Sus brotes florales resultan inconfundibles.
 
   La Ferula o cañaheja (Ferula communis) es una hierba rizomatosa perenne que crece en baldíos y terrenos alterados, secos y soleados, a menudo básicos y pedregosos, de toda la región mediterránea desde Asia menor hasta la península ibérica y el norte de África.

Su fronda se asemeja a la de un hinojo.
   Es una planta patente, ruderal, con la presencia foliar de un hinojo desmesurado de la que, allá entre los meses de marzo y junio, desarrolla un tallo cilíndrico y robusto, algo estriado y de hasta 2 cm de grosor, con forma de caña porosa y compacta. Esta especial naturaleza hará que ante el fuego prenda de forma rápida y limpia, con la particularidad de que además se consume lentamente, lo que le ha llevado a ser utilizada tradicionalmente como yesca (bien lo sabía ya Prometeo). Dicho tallo podrá superar ampliamente los tres metros de altura, y se llenará de flores agrupadas en grandes umbelas terminales pedunculadas y amarillas a razón de entre 20 y 40 radios por umbela, siendo las centrales las únicas fértiles. La relación entre la longitud de la caña y la de la inflorescencia será un factor determinante en la determinación de sus diferentes subespecies.
¡Anda! Un longicornio de los cardos (Agapanthia irrorata) anda de visita...

   Sus tiernas hojas estarán muy divididas, pinnatisectas y con foliolos lineares, glabras y algo estriadas, llegando a ser las basales de hasta un metro. Los pequeños frutos, de apenas 15 mm de largo, son aplanados y alados para su mejor dispersión anemócora.

Sus hojas son tiernas, lineares y muy divididas.

   De ella se puede aislar el ácido ferúlico (al que da nombre), que da rigidez a la estructura de la planta así como mayor resistencia a la degradación de microorganismos. Este ácido tan común está siendo investigado ya que es un percusor de la producción de vainillina, saborizante ampliamente utilizado y de alto valor comercial, para intentar alcanzar de una forma eficiente un sustituto químico a la vainilla en sí misma.

   Dicho extracto es utilizado además en la industria farmacéutica como anti-inflamatorio, así como por sus propiedades antioxidantes y bloqueador de la radiación ultravioleta en la piel.

Sus tallos, a modo de cañas, son huecos pero esponjosos. Ideales para una antorcha improvisada.
   Su ingestión continuada puede resultar muy peligrosa, tanto fresca como seca, pudiendo producir la muerte por hemorragias internas (ferulismo) al alterar la coagulación de la sangre por inhibición competitiva de la vitamina K. No obstante, ya Plinio o Dioscórides hicieron ver que esta peligrosa planta, bien administrada, también ofrecía una aromática resina, un incienso tanto medicinal como culinario que tampoco fué desdeñado por la cultura árabe.

   Podría confundirse con la Ferula tingitana, pero a diferencia de aquella, esta tiene sus foliolos algo menos lineares, revolutos (se enrollan en el margen), y está presente en el sur peninsular. También se la suele confundir con la Thapsia villosa, aunque a esta sólo le asemeja el tener un tallo floral de cierta altura, y un nombre vulgar muy parecido.
 
Ferula tingitana (vía)

   Cuenta el médico y poeta Nicandro de Colofón, allá por el siglo X en su obra "Theriaka", cómo el hombre, ávido de más tesoros divinos, decidió dar en trueque a Júpiter el fuego sagrado primigenio. A cambio, el dios les ofreció un pesado fármaco que aseguraba la juventud eterna. Festejando el cambio y llenos de dicha, descendían del Olimpo los hombres entre gritos y cánticos, sin darse cuenta de que el burro que llevaba la pesada carga estaba a punto de caer agotado.

   El pobre animal, a trompicones, decidió parar a beber de una charca al borde del camino, pero cual fué su sorpresa al ver que había en ella una gran serpiente, que era dueña del lugar, y que a cambio del agua exigía algún estipendio en compensación. Quizá fuera por ignorancia del animal, o símplemente necesidad, pero mientras los hombres cantaban y reían alegres camino abajo, era la serpiente la que se tomaba aquel brevaje milagroso. Es por ello que, cada año, las serpientes mudan su cuerpo viejo por otro más joven, evitando de esta manera las garras de la vejez y la muerte.

Extractos de "Theriaka" (arriba), de Nicandro de Colofón (abajo)
(Vías 1 y 2)

Tanto las flores como los frutos son muy diferentes a los de la Thapsia villosa.


A finales de la primavera, la floración nos deja paisajes inigualables.

5 comentarios:

  1. Una planta más que ya me decia mucho solo de verla casi por todos lados y q ahora ademas me cuenta un monton de historias

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    1. ¡Y lo que nos queda por delante! Poco a poco les vamos dando identidad, y nos llenan de sorpresas... ¡Pásalo bien entre chaparrón y chaparrón!

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    2. Es muy venenosa y peligrosa para rumiantes perro gatos y niños. A mi se me ha muerto un potro de nueve meses y muy grave otra de un año y dos meses estuvo a punto de morir

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  2. Me encanta. Sus hojas me hacen recordar a Foeniculum vulgare, que se usa bastante en jardines.

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    1. Sí, sí que se da un aire al F. vulgare, aunque los frutos y el tamaño parecen sacarnos de dudas. En todo caso, seguro que la Férula también tendría cabida en más de un jardín.

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