El rusco (Ruscus aculeatus)


   Si nos vistiésemos con un velo para entrar en el oscuro mundo de la Edad Media, y nos hablasen de una planta mágica muy codiciada, que aleja tormentas y mantiene siempre lejos la amenazante presencia de brujas y hechiceros, la miraríamos ojipláticos y con el mayor de los respetos. Si pudiésemos viajar un poco más allá en el tiempo, nos pusiésemos una toga para mezclarnos en la cultura de la Antigua Grecia, y una vez allí el mismísimo Dioscórides así como cualquier otro médico clásico nos hablasen del Arrayán salvaje, un mirto bendecido por los dioses que cura cuerpo y alma, y que forma parte del remedio conocido como "Jarabe de las cinco raíces", sin duda pensaríamos que no es una planta cualquiera.

Dioscórides, un personaje sin parangón en la historia de la botánica (vía)

     Y es que no lo es, aunque en tiempos recientes haya pasado a ser poco más que una pequeña desconocida para excursionistas y viandantes. El Rusco (Ruscus aculeatus) es en realidad un arbusto perenne de la familia de las liliáceas que ronda entre los veinte centímetros y el metro, siempre ligado a zonas cálidas, con sombra y suelos húmedos. Típica especie de sotobosque mediterráneo acompañando a la encina hasta los mil metros de altura, no soportará heladas, y aunque puede estar presente en suelos relativamente básicos, en general resulta ser un buen indicador de acidez en el sustrato.

Restos vestigiales de las "hojas verdaderas" del Ruscus aculeatus (vía)

   Etimológicamente, el término "aculeatus" proviene del latin y viene a significar "punzante, con aguijones o espinas". Y es que lo primero que llama la atención de esta planta son sus filóclados o falsas hojas; alternos y sésiles (no pedunculadas), de forma ovalada pero levemente lanceolada para finalizar en una rígida punta. Y decimos que son falsas hojas porque en realidad no lo son, sino que son tallos secundarios que salen de los principales, cilindricos y lisos, tomando una forma plana y similar a hojas. Además, y para poner colofón a un mundo al revés, resultan ser el principal órgano fotosintético de la planta. Sus verdaderas hojas son en realidad muy pequeñas (de apenas tres milímetros) y pasan desapercibidas a modo de estípulas, insertándose directamente en el tallo principal (caulinares) axilarmente a los filóclados. Con el desarrollo de estos últimos, las pequeñas hojas "verdaderas" terminarán por caer y desaparecer rápidamente.

   Un claro hecho que atestigua la verdadera naturaleza de esos filóclados es que las flores y frutos aparecerán en la parte central y superior de estas "falsas hojas", ofreciendo un aspecto cuando menos curioso.


     Es una planta muy rizomatosa, siendo esta la principal vía natural de su dispersión. De sus rizomas subterráneos brotarán tanto tallos florales masculinos como femeninos. Es por ello que sus discretas y pequeñas flores serán unisexuales, de un color blanco verdoso algo violáceo, y la mayor época de floración tendrá lugar a finales del invierno o principios de la primavera aunque puedan encontrarse ejemplares en flor a lo largo de todo el año. A pesar de su menudez resulta ser una flor atractiva para numerosos tipos de insectos, que las polinizarán dando lugar a sus característicos frutos rojos a finales de otoño e invierno.
El rusco se ha venido usando como adorno navideño por su ligero parecido con el acebo
(como un huevo a una castaña)

   Estos frutos son unas bayas rojizas brillantes, de hasta 15 milímetros de diámetro, encerrando en su interior de una a cuatro grandes semillas. El sabor de la baya es dulce, por lo que atraerá a distintos animales, en su mayoría aves y mamíferos, que la comerán con gusto. Estos dispersarán las semillas tras su digestión y defecación, propagando la especie por nuevos hábitats. Sin embargo dichos frutos resultan ser algo tóxicos para el hombre, y pueden provocar vómitos y diarreas.

   Debido a la similitud de sus frutos con los del acebo (Ilex aquifolium) se le ha venido llamando también acebillo o arrayán salvaje. Desgraciadamente, esto ha dado pie a su recolección como adorno navideño, lo que en muchos casos ha puesto en peligro su persistencia. También se le ha dado en llamar "escobilla", y es que ese era uno de sus múltiples usos antiguamente, usándose sus ásperos tallos como cepillo para las superficies más exigentes, tales como comederos o barriles de vino. En algunas regiones se le ha venido llamando así mismo "espina ratera", ya que sus punzantes filóclados eran atados en las bodegas alrededor de sogas y ganchos destinados a colgar quesos y embutidos, como medida disuasoria para los temidos roedores que andarían al acecho para pegarles un buen mordisco. También sus semillas han sido usadas como frugal sucedáneo del café, y los brotes más tiernos (normalmente recolectados en el mes de abril) se han consumido por su suave sabor, algo amargo, como verdura cocida, en menestras y cremas, o simplemente a la plancha. Y es que es sin duda un alimento muy nutritivo en fresco, tal y como se comería un espárrago, resultando excelente aporte de calcio y potasio, además de abrir el apetito (aperitivo) y diurético.

Las semillas de rusco fueron en otra época un buen sustituto del café.

   Es una especie apreciada en jardinería, en pequeños rodales o setos que destacan por su color verde oscuro, así como por el rojo brillante de sus frutos. Para ello siempre se cultiva en semisombra, asegurando cierta humedad en el suelo, sobre todo en verano, evitando al máximo los suelos encharcados. Su multiplicación no es complicada, y aunque puede reproducirse a través de sus semillas, es mucho más rápido y común multiplicarlo dividiendo macollas con sus raices, o directamente a través de esquejes en primavera.
Setos de Ruscus aculeatus en el jardín de El Capricho, en Madrid

   Es un género el de los ruscos que se está abriendo camino a pasos agigantados en cuanto a su cultivo para la comercialización como relleno en arreglos florales, debido a su fácil reproducción y manejo, que además de reducir costes aporta un bonito y duradero color verde a ramos y centros.

El rusco, como soporte y elemento decorativo en ramos y centros (vía)

   Pero sin duda si por alguna razón es conocida esta planta, es por sus propiedades medicinales. Ya hemos comentado cómo formaba parte del antiquísimo "jarabe de las cinco raíces", que era preparado en base a 30 gramos de cada raíz (rusco, apio, hinojo, espárrago y perejil) por cada litro de agua, colando el líquido resultante para añadir y mezclar después con 850 gramos de azúcar. Resultaba un excelente diurético y aperitivo, aunque no se recomendaba tomar más de tres cucharadas diarias. Puntualmente un sucedáneo de este tónico se preparaba únicamente con la raíz del rusco, a razón de 20 gramos de rizoma por litro de agua, posteriormente edulcorado y tomando no más de tres tacitas diarias.

Detalle del rizoma de Ruscus aculeatus (vía)
   Otro remedio tradicional que ponía en relevancia sus propiedades diuréticas era el llamado "Vino de rusco", que consistía en  mezclar 80 gramos de rizoma de rusco por litro de vino blanco, dejándolo macerar durante 8 días y agitándolo diariamente. Finalmente se filtraba y envasaba, tomando dosis de no más de dos vasos pequeños diarios. También datado era su uso para la disolución de cálculos y piedras de la vesícula, para lo cual se cocían 30 gramos de rizoma de rusco en un litro de vino.

   Es un apreciado remedio contra hemorroides y varices, debido a sus propiedades vasoconstrictoras y antiinflamatorias. Para ello se aplicará de forma externa en el área afectada a través de baños y compresas con el agua resultante de la decocción de su rizoma. Su contenido en rutósido mejora la circulación y ha resultado ser un buen remedio contra males tan dispares como la celulitis, artritis (reduciendo la cantidad de ácido úrico), o la gota, aunque su uso con el tiempo ha ido decayendo en favor de una industria farmacéutica más actual, que ofrece unguentos y cremas más efectivas y concentradas. 
¿Un lápiz mágico antiojeras de extracto de rusco y pepino? ¿Un anticelulítico?
Solo dos ejemplos de los muchos usos y aplicaciones que se generan a partir de esta planta (vías 1 y 2)

   También es un tónico energético natural y un buen remedio para bajar la fiebre, para lo cual se procederá a tomar dos o tres tacitas al día de la infusión de 25 gramos de rizoma de rusco por cada litro de agua, colando esta finalmente y endulzándola a gusto para evitar su leve sabor amargo.

   Un uso más actual si cabe es el que resulta de su aplicación en distintos productos cosméticos, así como para baños de pies y baños relajantes en general, siendo un buen antiinflamatorio para el dolor de articulaciones. Para ello, al margen de distintos productos que contienen preparados en base a esta planta, puede hervirse 50 gramos de rizoma por litro durante un cuarto de hora, dejándolo enfriar levemente antes de su uso.

   En su composición se han encontrado distintos saponósidos, tales como la ruscogenina y neoruscogenina. Estos componentes, entre otros, harán de esta planta un apreciado extracto para numerosas cremas de manos y bálsamos para pieles enrojecidas, así como para lociones para después del afeitado, cremas para mitigar quemaduras solares, o trastornos capilares.

   Nunca debe usarse durante el embarazo o la lactancia, recordemos que en altas dosis puede resultar muy tóxica.

   Un hecho curioso es que, aunque sus aplicaciones son bien conocidas desde la más remota antiguedad, su composición química, especialmente la correspondiente a su rizoma, es prácticamente desconocida. Y es tan sólo desde los últimos años que se ha empezado a investigar y apenas hemos comenzado a saber algo más de sus numerosas propiedades intrínsecas.
Detalles morfológicos (vía)

Plantas de cada día; el junco churrero (Scirpus holoschoenus)

   Todos tenemos claro qué es un junco churrero (Scirpus holoschoenus), uno de los integrantes más afamados de la familia de las Cyperáceas. ¿Quién no ha jugado con uno a modo de espada cuando era niño? Ya la palabra Scirpus, que viene del latín de la época imperial, significa "junco". Algo curioso, porque como ya hemos dicho, no forma parte de la familia de los juncos.

Churrería en plena faena, allá por el año 1932. Si te fijas bien,
verás cómo ensartaban las ristras de churros en tallos de junco churrero.  (vía)
   Se trata este de un arbusto cespitoso, de hasta algo más de un metro de altura, cuya apariencia característica la forman numerosos tallos cilíndricos y lisos, flexibles y apuntados que pueden llegar a formar densos rodales (juncales). De hecho, su punta suele endurecerse y secarse en forma de afilada aguja, siendo esta una clara adaptación defensiva contra los aminales herbívoros. Sus tallos son de color verde y resultan ser sus órganos fotosintetizadores, ya que las hojas se han reducido al máximo, quedando sólo de manera meramente presencial en la base de la planta.

Flor del junco churrero (vía)
   Sus flores son hermafroditas, carecen de pétalos y su polinización es básicamente anemócora, ayudándose del viento para su fecundación. Se agrupan en inflorescencias laterales, con forma de espiguillas en las que se agrupan varias cabezuelas globosas blancas o amarillentas. Es característico además que los estambres y estilos están rodeados por una pequeña y ciliada gluma. Florecerá en primavera o verano (aunque su tiempo de floración pueda variar puntualmente entre los meses de mayo a noviembre), tras lo cual dará lugar a pequeños frutos de tipo aquenio, de un color algo más amarronado. Sus semillas se dispersarán y enterrarán en la tierra húmeda, asegurando así la viabilidad de la planta a pesar de las inundaciones o sequías que conlleve el medio en el que vive.
El junco churrero, una planta siempre cespitosa y con tallos verdes de sección cilíndrica.


   Es una especie hidrófila, asentándose en riberas de cursos fluviales o en lugares donde haya cierta humedad en el sustrato en algún momento del año, aunque tolera sin mayor problema la sequía estival. Es frecuente y cosmopolita, pudiéndose encontrar ejemplares desde el nivel del mar hasta los dos mil metros de altura, así como en zonas antropizadas tales como campos agrícolas cercanos a ríos o con un alto nivel freático.
Se sitúa siempre en riberas o sustratos húmedos.
   Antiguamente eran utilizados en las churrerías para vender los churros o buñuelos hilados en un tallo de este junco, por lo que se ganó el más común nombre de "junco churrero". No obstante, sus aplicaciones a lo largo de la historia de la humanidad han sido muchas más. Por ejemplo, era común en el centro peninsular la confección de techados de chozas pastoriles, establos, así como hogares de labradores, utilizando como materia prima los tallos del junco churrero en grandes haces apilados. No solo tejados, sino que formó parte de numerosos utensilios cotidianos, tales como esterillas o camastros a modo de colchón que protegían a los pastores del frío suelo y los rigores invernales, cubriéndose luego con cogollos de jara y arropándose con una manta. Así mismo se utilizaban como chasca para encender braseros y hornos, o para la confección de cortinas, además de su bien conocida aplicación en la cestería, para lo cual había que machacarlo y secarlo previamente.

Reconstrucción parcial de un chozo pastoril con haces
de nuestro querido junco, que en realidad no es un junco (vía)

Aunque con menor importancia que el esparto,
el Scirpus holoschoenus ha sido apreciado en la cestería (vía)

   Sus tallos tiernos se pueden consumir como verdura, y ha venido siendo usada puntualmente también como sustento de la cabaña ganadera. Es también una planta  utilizada por la medicina tradicional. Su aplicación para curar verrugas o papilomas es bien conocida, para lo cual se cortaba un tallo y se frotaba levemente en la zona a tratar. También su infusión era usada como hipotensora y antidiarreico, y la aplicación directa de sus tallos abiertos resultaba ser un buen astringente y cicatrizante en quemaduras y heridas debido a su algo contenido en agua. Su parte interior, más blanca y esponjosa, se cocía para aliviar y calmar la tos. Quizá su uso más difundido sea el de curar el "mal de la orina" en el ganado y otros animales domésticos.

   Algunos otros usos tienen más relación con la superstición que con la realidad. Ejemplo de ello es la creencia popular que lo justifica como remedio para eliminar las lombrices intestinales de los infantes, para lo cual habría que anudar tallos de juncos junto al paciente. Ni que decir tiene la costumbre de meter pequeños fajos untados en miel por el ano de los burros, para eliminar igualmente dichos parásitos intestinales.
Típicos frutos del género Juncus, con forma de cápsulas, muy diferentes a los del junco churrero.
Abajo, un burro que oculta su rostro a las cámaras y prefiere no opinar (vías 1 y 2)

   Importancia destacada tiene como fijador de suelo y controlador de crecidas fluviales, además de ser posadero y fuente de alimento de numerosos lepidópteros. Quizá por ello tenga cabida también en jardines con pequeños estanques, rompiendo la monotonía estructural y dando además una integración y continuidad vertical de estratos muy valorable paisajísticamente. Podría confundirse con otras especies del género Juncus, aunque en este caso los frutos tienen forma de cápsulas y su porte suele ser algo menor. Además, los tallos del junco churrero suelen ser algo más blandos, pudiendo aplastarlos con los dedos, al contrario que los juncos que suelen ser más compactos.
Frutos maduros de Junco churrero.


El junco churrero, siempre presente allá donde haya un poco de agua. En primer plano, Cardaria draba.

Plantas de cada día; la asperilla (Lithodora fruticosa)


   Como casi siempre, los nombres comunes de la planta que nos ocupa (Lithodora fruticosa) nos da muy buenos indicios de sus propiedades y características. Esta boraginácea endémica del mediterráneo occidental es conocida como asperilla, rascaviejas, hierba de las siete sangrías, o sanguinaria entre otros. Los primeros hacen clara mención al tacto áspero de la planta, mientras que los últimos nos hacen ver sus bien conocidas propiedades como hipotensor ya desde la medicina más antigua.

Floración temprana (vía)
   Es muy común asociar la imagen de la medicina en épocas pasadas con  el uso de sanguijuelas o la ejecución de largas y drásticas sangrías en pacientes que, en el mejor de los casos, lograban sobrevivir al tratamiento y quien sabe si por casualidad a la enfermedad. Y sí, en el pasado oscuro de esta planta, la infusión de sus flores era utilizada para licuar la sangre y facilitar el normalmente fatal proceso, y de ahí nombres tan contundentes como "sanguinaria" o "hierba de las siete sangrías"...

El oscuro pasado de la asperilla (vía)
   No obstante había y hay en el saber popular aplicaciones que se revelan como algo menos drásticas, y se daba el caso de que comúnmente era usada para reducir embolias, haciendo que la sangre pasase a circular más líquida. Para ello era siempre usada en forma de infusión, y esta se realizaba en base a brotes nuevos y parte floral de la planta, recolectada en su máximo apogeo primaveral y nunca expuesta directamente al sol antes de proceder a su secado. La proporción indicada era del 3% en agua, tomada dos veces al día. Era pues una planta bastante apreciada y razón no les faltaba, ya que además de hipotensora (es un excelente remedio para reducir la tensión arterial), resulta ser evidentemente un buen antiinflamatorio, además de anticatarral, depurativo, febrífugo, y de ser un buen remedio vulnerario para heridas y úlceras en la piel. En este último caso, cabe reseñar que su uso era muy difundido entre pastores, aplicándolo tanto a las heridas que tuviese su propio ganado como a ellos mismos. Se recomendaba aplicar externamente, bañando la zona afectada dos o tres veces diarias con su infusión a razón de una cucharadita de flores por cada medio litro de agua, para así hacer sanar las llagas. No obstante, su uso actual se ha ido reduciendo en favor de otros remedios más regulados y menos peligrosos; no hay que olvidar que un exceso de su uso puede hacerla tóxica.
   Pero, ¿cómo es la asperilla?. Lo primero que a uno se le pasa por la cabeza al verla es compararla con un tomillo plagado de pequeñas espinitas. Aunque puede llegar al porte arbustivo, pudiendo superar los 70 centímetros de altura, lo normal es que esta mata no suela alzar más allá de los 50 cm, en parte  debido al medio en el que se desarrolla. Efectivamente, esta planta normalmente se encuentra en lugares secos, muy soleados, siempre básicos, y normalmente esqueléticos y pedregosos. De hecho su nombre latino, "Lithodora", proviene del término "Lithos", mostrándonos dicha predilección por suelos pedregosos y poco evolucionados. Curiosa planta esta, que si tuviese que elegir un lugar para irse de vacaciones, elegiría un seco y árido páramo calizo a pleno sol, o a lo sumo un borde de camino que a éste le recordase, desde el nivel del mar y subiendo hasta los 2.000 metros datados en la Sierra de Baza de Granada.

Floración tardía de la asperilla (vía)


   Tiene en general un color verde glauco, algo blanquecina, y esto es debido sin duda a que está totalmente cubierta de pelillos rígidos. Tiene abundantes tallos erectos, alternando de forma enmarañada tanto ramitas leñosas retorcidas con la corteza blanquecina, desprendiéndose fácilmente en escamas, así como nuevos brotes terminales más tiernos y pilosos. Sus hojas son pequeñas, lineares y alternas, con el margen algo revoluto (vuelto hacia el envés), sin peciolo y perennes. Sus adaptaciones al medio son a menudo compartidas con otras boragináceas, tales como la viborera, la chupamieles o la verrucaria.

   Su floración es sin duda el hecho más llamativo de esta planta, y tiene lugar entre los meses de febrero y junio, apareciendo consecuentemente de forma más tardía en las localidades de mayor altura. El brillante color de sus flores, agrupadas en pequeñas cimas terminales, y de unos 15mm, varía del púrpura rosado de las flores más tempranas, al azul marino más intenso de la planta en plena floración. Su pilosa corola, tubular y de sección pentagonal, se divide finalmente en cinco segmentos que sugieren una forma de trompetilla estrellada. Es considerada una planta melífera, muy apreciada ya que aguanta fácilmente condiciones de alta insolación, sequía y fuertes vientos. Al secarse su cáliz, dará paso a tres o cuatro pequeñas semillas duras, blanquecinas y lisas.

(vía)


Plantas de cada día; la olivarda (Dittrichia viscosa)


    Llevaba tiempo detrás suyo, no en vano es una de las plantas más exitosas de los baldíos (y para desesperación del ayuntamiento, también de numerosos alcorques y zonas ajardinadas) del lugar en el que vivo. Y por mucho que es bastante característica, el maravilloso mundo de las copuestas y sus claves dicotómicas hacen que cualquier pequeña labor tienda al infinito, y más allá. En concreto en este desesperado caso, tras consultar numerosos tratados filosóficos y diferentes libros al uso, necesité exactamente el tiempo suficiente para caer en la cuenta de preguntar a mi padre, quien me contestó con un sonoro y rotundo "pues una mosquera, claro, qué va a ser".

   La olivarda o hierba mosquera (Dittrichia viscosa). Una planta que deberíamos conocer y nunca olvidar, porque es realmente interesante, y guarda en su anonimato multitud de sorprendentes propiedades, adaptaciones, y posibles usos. Su complicado nombre científico alude al botánico alemán Manfred Dittrich, aunque no es éste el único nombre científico que ha tenido. También se le ha citado no hace mucho como Inula viscosa, aludiendo el epíteto "Inula" a Helena de Troya, ya que cuenta la leyenda que de la tierra donde cayeron sus lágrimas brotaron flores de esta planta. Por su abundancia, mucho debíó llorar Helena el día que la raptó Teseo, pero no es de extrañar porque los griegos antíguos eran unos expertos en lo que a tragedias se refiere.
 
El rapto de Helena de Troya (vía)
   Lo que sí que tienen en común los diversos nombres científicos de los que ha dispuesto es el término "viscosa", originaria de la palabra latína "viscum", en referencia a al tacto de sus hojas que resultan ser alternas, lanceoladas u oblongas, perennes, apuntadas y sin peciolo, ligeramente dentadas, tomentosas en el envés y por supuesto pegajosas, llenas de pelillos glandulares que exudan dicha sustancia pringosa. Esta segregación química además de hacerla poco atractiva y digestiva, al caer al suelo inhibe la germinación de otras plantas vecinas que pudieran competir en las primeras etapas de crecimiento y expansión. Algo que nos recuerda al ládano de la jara pringosa (Cistus ladanifer). Incluso más allá, al igual que aquella, esta planta está perfectamente adaptada a la presencia del fuego. De hecho, es considerada pirófita, y arde con facilidad fomentando el fuego a sabiendas de que sus semillas, rodeadas de una dura cutícula, resistirán fácilmente las altas temperaturas y fructificarán abundante y profusamente tras el incendio, comportándose como una especie verdaderamente pionera y colonizadora del nuevo medio acontecido, en lo que para otras muchas especies menos adaptadas supondría su desaparición.

Es considerada pirófita, fomentando y aprovechando la presencia del fuego.
   No deja de ser esta una sorprendente medida de resistencia ante posibles competidores o ante su depredación por parte de herbívoros (que la rechazan invariablemente por muy hambrientos que estén), pero no es la única. La olivarda emite también un cierto olor parecido al de las cistáceas, peculiar, en todo caso poco agradable o incluso repelente para sus posibles consumidores. Además, esta herbácea consigue llegar a cierta altura, superando el metro y medio, y creando rodales con una base leñosa semiarbustiva que posibilitará una mayor impenetrabilidad, resistencia y envergadura.

La olivarda resulta una planta poco palatable para sus posibles consumidores.
   Es además una planta excepcionalmente adaptada a vivir en terrenos pobres, secos y soleados, resistiendo amplias variaciones de temperaturas. Sus tomentosas hojas evitan la excesiva transpiración, y su brillante cutícula, recubriendo la epidermis foliar, consigue reflejar el exceso de radiación solar no necesaria.

Detalles morfológicos foliares.
   Sus flores liguladas, de un delicado color amarillento dorado, son característica inequívoca de la familia de las compuestas (asteráceas). Lo que vulgarmente llamaríamos flor es en realidad un gran conjunto de flores agrupadas en capítulos, que a su vez se reunen en cabezuelas o panículos.
Sus pétalos ligulados nos hacen ver que estamos ante una planta de la familia asteraceae.
   Además, tiene un largo y abundante periodo de floración, que comienza en el mes de julio pero se prolonga sin interrupción hasta el invierno, no siendo raro verla llenando de color los bordes de caminos y suelos alterados allá por el mes de diciembre. Esta apuesta por la floración tardía forma parte de una exitosa estrategia que tiene como fin aprovechar la escasez de competencia, aportando además indirectamente un sustento vital para numerosas especies de insectos polinizadores, y atrayendo con ellas también insectos depredadores y beneficiosos para los huertos, tales como los chinches (Nesidiocoris tenuis, género Dicyphus, y gran variedad de insectos pertenecientes a la familia de los míridos, que depredan entre otras las polillas del tomate o la araña roja).

Nesidiocoris tenuis (izquierda) y Dicyphus discrepans, en plena faena (vías 1 y 2)

   Un huésped destacable en la época primaveral sería el mírido Macrolophus caliginosus, feroz depredador de la mosca blanca entre otros. Por todo ello esta planta silvestre es perfecta para tenerla cerca tanto en huertos de exterior como en invernaderos, en los márgenes o divisiones de estos aunque siempre de forma controlada. Su asociación con cultivos de cucurbitáceas (calabazas, calabacines, melones, sandías, pepinos, lufas...) y solanáceas (patatas, tomates, berenjenas, pimientos, petunias, tabaco...) se considera especialmente beneficiosa. Es aconsejable acometer su siembra en filas con un marco de 45 centímetros, en la estación otoñal.
Macrolophus caliginosus, alimentándose de la araña roja (vías 1 y 2)

   Especial relación guarda la olivarda con los olivos (a la cual podemos atribuir su más difundido nombre vernáculo), ya que da cobijo invernal al himenóptero Eupelmus urozonus, enemigo natural de la mosca de la aceituna (Bactrocera oleae). Aunque la lucha integral se toma su tiempo y habrá que tener paciencia para ver los efectos que genera el fomento de la olivarda ante una plaga de mosca de la aceituna, ya que se habrá de completar un ciclo completo de cuatro a cinco años. Su relación simbiótica es como un martillo pilón; lenta, pero tremendamente eficaz. También se ha comprobado su eficacia en asociaciones de cultivos con cítricos (contra la Phyllocnistis citrella), así como con encinas (contra la Ischeria ekebladella).

Hembra del himenóptero Eupelmus urozonus (arriba a la izquierda), su presa la mosca de la
aceituna Bactrocera oleae (a la derecha), y una aceituna afectada por esta última (vías 1, 2, y 3)

   A la abundante y contínua floración le seguirá una increíble multitud de semillas que, ayudadas por sus plumosos vilanos, se esparcirán con el mínimo soplo de viento para conquistar así nuevos y lejanos territorios. Y quizá sea este el factor que mayor éxito evolutivo le haya supuesto, para disgusto de muchos que intentan erradicarla. Porque aunque su origen es propio de la cuenca mediterránea, su increíble capacidad de adaptación a medios difíciles y la fácil dispersión de sus semillas, han hecho que la olivarda haga acto de presencia en prácticamente todos los continentes allá donde haya un medio apropiado para ella, lo que (recordemos que no es muy exigente) le ha llevado a ser catalogada de planta invasora a erradicar, y casi imposible de controlar a gran escala, para evitar su expansión en detrimento de otras especies locales.
Vistosa floración, que llena de color los bordes de camino a finales de otoño y principios de invierno.
   Una planta tan especial no podía haber pasado desapercibida por la mano del hombre. Nombres comunes como el de "altabaca", "pulguera" o "hierba mosquera" ya nos dan un indicio de que es un buen insecticida, para lo cual se colgaba la planta de los techos de las casas, para que las moscas u otros insectos poco deseables quedaran atrapadas en sus hojas viscosas. Idéntico procedimiento se realizaba en establos, en los que se mezclaba en las camas del ganado para que actuase de atrapapulgas. También en algunos lugares se quemaba lentamente su parte aérea para que el humo resultante y su especial aroma espantase moscas y mosquitos. Sus hojas secas se han utilizado para fumar, además de útil herramienta para eliminar los pinchos de los higos chumbos tras un fuerte barrido.

Sus flores secas, una vez caídas las semillas, son apreciadas en composiciones florales.
   Tan destacable como actual es su uso como corrector de suelos contaminados. En este aspecto, la apenas conocida olivarda se ha ganado un puesto de honor en la lista de las plantas utilizadas para extraer y acumular en su sistema radical y parte aérea metales pesados tales como el mercurio o el plomo. Todo un récord a sumar a la multitud de aplicaciones que esta pequeña y desconocida planta nos brinda.

Su abundante fructificación le asegura una exitosa reproducción.
   También resulta ser una planta muy apreciada por la medicina tradicional, seguramente debido a las propiedades balsámicas y antisépticas dadas por la presencia del eucaliptol. Así, es bien conocida la infusión de sus hojas como remedio para las molestias de la artritis o el reuma. Para ello, habrá de tomarse dicha infusión en ayunas dos veces por semana, aunque nunca en más cantidad ya que la planta puede resultar tóxica. También es un buen vulnerario, siendo su cataplasma apta para lavar y favorecer la cicatrización de heridas, quemaduras y contusiones. Tiene propiedades analgésicas (utilizada contra el dolor de muelas) y diuréticas, además de ser un buen remedio para casos febriles (antipirética) y haberse usado también para expulsar gusanos intestinales. En el norte de África se ha usado de forma efectiva como remedio contra el paludismo y algunas enfermedades urinarias. Es también astringente y antidiarreico, aunque como decíamos su uso por vía interna puede acarrear complicaciones y no está recomendado por su toxicidad. En todo caso, no se recomienda su ingesta sin la supervisión médica oportuna.
Flores en su estado terminal, dando lugar a los vilanos, sus plumosos frutos.

   En realidad su aplicación actual va mucho más allá de las aplicaciones tradicionales. Diversos estudios tienen depositadas en la olivarda grandes esperanzas, al ser esta una fuente natural para la obtención de inhibidores de la vasodilatación neurogénica, lo que tendría una aplicación inmediata en casos de migraña y distintos tipos de cáncer. También se han detectado efectos inhibitorios contra el virus del SIDA, hepatitis B y C, llegándose a patentar composiciones antivirales en las que la distintas fórmulas estaban compuestas de extractos de olivarda, entre otras especies vegetales.

   Sin duda todo un monumento viviente a la adaptabilidad, que sin embargo adorna anónima de bellas flores los invernales campos abandonados, márgenes de caminos y zonas alteradas.

La olivarda ha venido siendo usada como atrapamoscas por el hombre,
aprovechando la viscosidad de sus hojas.

   Podría confundirse con la Olivardilla u Olivardo (Dittrichia graveolens), con la cual de hecho coexiste y comparte periodo de floración, aunque en este caso  tiene hojas lineares, lanceoladas, casi imperceptiblemente dentadas y algo más pequeñas. Tras la desecación, sus flores, también de menor tamaño, tornan en púrpura.  En general tiene porte herbáceo, careciendo de base leñosa. 
 
La olivardilla (Dittrichia graveolens, vía)

Plantas de cada día; los zapaticos de la virgen (Sarcocapnos enneaphylla)

   Los zapaticos de la virgen, orejas de ratón, hierba de Santa Lucía o matapiojos (Sarcocapnos enneaphylla) son unas curiosas plantas rupícolas de la familia papaveraceae, que engloba entre otros los géneros Romeria, Fumaria o Papaver (las bien conocidas amapolas), aunque a simple vista en nada se parezcan entre sí. Es endémica del centro y este de España (aunque puntualmente también presente en el norte de África), así como de los Pirineos orientales donde puede verse creciendo en grietas, muros y paredes antiguas, sobre todo si éstas están hechas de piedra caliza. Gusta de ambientes soleados o a medio sombra aunque nunca excesivamente secos, así como de sustratos básicos o levemente nitrificados.

   Es una planta anual o perenne a la que, aunque puede florecer durante casi todo el año (de febrero a octubre), es más común ver en floración durante la primavera, entre los meses de marzo a junio. Los pétalos de color blanco que se torna a amarillo y rosado, forman una estructura tubular de aproximadamente un centímetro, con un pequeño espolón en cada flor, característica por la cual le ha valido el nombre vulgar de "zapaticos de la virgen". Además, dichas flores zigomorfas se agrupan en inflorescencias con forma de racimo (corimbos).

   Aunque tiene una enorme variabilidad intraespecífica, en la que dependiendo de la orientación y exposición de la planta podrá tener muy diferentes características en el tamaño de sus hojas, tallos y porte en general, podemos decir que es una hierba de entre 10 y 20 centímetros, glabra, cespitosa y muy ramificada, confiriéndole un porte almohadillado y algo azulado. Sus hojas son carnosillas de un color verde glauco, largamente pecioladas y con forma ovalada o acorazonada apuntada, semejante a las orejas de los ratones. A menudo también divididas en dos o tres grupos de tres foliolos, de ahí el nombre de S. enneaphylla, que viene a significar "nueve hojas". Los tallos en su base pueden ser leñosos, aunque en el resto de la planta son igualmente carnosos y flexibles. Sus frutos, aquenios, asemejan unas discretas cápsulas aplanadas.
   Por su especial ecología, los zapaticos de la virgen suelen habitar lugares dispersos pero inaccesibles tanto para personas como para el ganado, aunque si bien es cierto que en los últimos tiempos se está empezando a denotar una cierta tendencia al envejecimiento de las distintas poblaciones.

   Es también una planta con usos medicinales, habiéndose utilizado popularmente su parte aérea contra dolencias tan dispares como la pulmonía, el mal de oído o las piedras del riñón, siendo eficaz para la disolución de cálculos renales.

Plantas de cada día; el pepinillo del diablo (Ecballium elaterium)

   El Ecballium elaterium (pepinillo del diablo) es una herbácea perenne algo fétida y sabor agrio. Su género (con una sola especie) es el único miembro de la familia de las cucurbitáceas que no tiene zarcillos, a diferencia del melón, la sandía, el pepino o la calabaza. Tiene una distribución mediterránea, tanto por el sur de europa como norte de áfrica, y siempre buscando zonas nitrófilas cercanas a caminos, escombreras, o bordes de cultivo.

   El nombre del género deriva de la palabra griega "ekballion" que significa "arrojar o expulsar", en clara referencia a cómo sus frutos ante el más pequeño roce se abren de forma explosiva, dispersando el líquido interior a presión junto con las semillas que contiene a largas distancias.
   Toda la planta está densamente cubierta de pelillos como adaptación para superar los tiempos de sequía, y sus hojas son carnosas pero ásperas, grandes, triangulares, e irregularmente dentadas. En sí misma toda la planta tiende a crecer de forma rastrera, no sobrepasando los 30 centímetros de altura aunque ocupando grandes manchas de hasta cinco metros de diámetro. Sus flores (solitarias las masculinas y en grupos las femeninas aunque su disposición puede variar según la subespecie, pero siempre dispuestas axilarmente a las hojas) tienen forma acampanada, con la típica forma de las cucurbitáceas, amarillas y con cinco pétalos, comenzando el periodo de floración en el mes de mayo y prolongándose durante todo el verano.

   Quizá lo más característico sean sus turgentes frutos, semejantes en forma a un huevo erizado y largamente pendulado por su parte superior, que alcanzan una longitud de cuatro a siete centímetros. Durante la fructificación el fruto se va hinchando hasta llegar a una tensión hidroestática máxima en la que, al menor roze e incluso por acción del mero viento, hace explotar el fruto dispersando las oscuras semillas de su interior a través del pequeño orificio en su extremo que deja libre el pedúnculo al ser expulsado. Con la dispersión a larga distancia (alcanza hasta tres metros), la planta logra colonizar nuevos terrenos, y evita a su vez la competencia intraespecífica.
   Aunque es componente de distintos medicamentos, se trata de una planta altamente tóxica debido a los principios activos que contiene en toda la planta (cucurbitacina y elaterina entre otros), aunque especialmente en sus frutos, y aunque su concentración varíe mucho también estacionalmente (más activa durante la fructificación), no se aconseja bajo ningún concepto su uso interno, ya que además de ser abortivo y producir hemorragias, diarreas, irritaciones en el tubo digestivo y sistema renal, en grandes dosis puede ser mortal. Hecho que ha hecho volar la imaginación de propios y extraños; se data en 1888 un trabajo de un tal Dr. Dickson en el que relataba cómo la sola presencia de un poco de esta planta fresca bajo el sombrero, era ya fuente de profundas jaquecas, cólicos y diarreas.

   Pero podemos remontarnos mucho más lejos; hay escritos que revelan que ya en la época de los faraones del Antiguo Egipto, así como en las antíguas civilizaciones griega y romana, se venía utilizando esta planta internamente como un fuerte purgante para casos de envenenamiento. En poblaciones esteparias se ha constatado su uso tradicional para hacer friegas en las partes atacadas por el reuma con el aceite resultante de freír sus frutos. Y ya en la tradición popular más moderna se ha utilizado además como diurético, así como para casos de obesidad o cirrosis. También fué extendido su uso en forma de cataplasma como remedio para el reúma, lo que resulta menos peligroso ya que no conlleva su ingestión, y actualmente y de manos de la ciencia se está estudiando la aplicación de su citotoxicidad para casos de cáncer gástrico y de esófago. Pero, como ya dijimos anteriormente, su fuerte toxicidad hace de su uso particular algo desaconsejado y extremadamente peligroso.
 
 
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