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Y sin embargo hoy no nos quedaremos ahí, esta planta guarda mil sorpresas y no todo en ella son (hermosos) cuentos chinos. Esta asterácea anual tiene hojas lanceoladas y muy dentadas, dispuestas en una roseta basal. Es una planta de luz, aunque soporta la sombra y bajas temperaturas. Tras un largo tallo que al cortar genera una sustancia parecida al látex, las flores, de un amarillo inconfundible, son el origen del nombre anglosajón para esta planta; "corona de fraile". Y el rasgo fundamental, su fruto, que agrupa los aquenios en una bola terminal, cuya última función no es otra que el aprovechar las ráfagas de viento para una mejor dispersión de las semillas.
Está tan ligada a las diferentes culturas, que sus usos son casi incontables. Sus brotes tiernos, así como los pétalos de sus flores, han venido siendo utilizados en todo tipo de cocinas; desde la más pobre, hasta la más selecta en sopas, ensaladas, aperitivos, repostería, carnes, pastas... De sus raíces se ha llegado a conseguir un sustituto del café, y sin cafeína. Se han venido haciendo con ella vinos, vinagres, cervezas, aceites, gelatinas y hasta para dar ese color amarillo característico a la mantequilla.
Ha venido siendo usada desde siempre como remedio para distintas enfermedades y trastornos del ser humano. Tiene propiedades depurativas y diuréticas, y evita las piedras del riñón. Es digestiva, como laxante y para la resaca y los excesos del alcohol. Su carácter tónico dermatológico, gracias a la inulina, le ha valido para formar parte de numerosos champús y lociones. Su látex, al igual que el de las euphorbias, se emplea para eliminar verrugas. Tiene además propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, hematoprotectoras... y recientemente se está estudiando su potencial uso contra el cáncer de seno y próstata.
Siempre estuvo ahí, pero nunca dejará de sorprendernos; desde su pequeño pero importante papel como flor melífera, hasta el hecho de que hoy en día sus cultivos están siendo utilizados como acumuladores de metales pesados en vertidos y catástrofes similares. No sé vosotros, pero yo la próxima vez que la vea a la vuelta de la esquina o en el descampado, no pasaré sin pensar en lo grande de las pequeñas cosas.
Por cierto, que el nombre de diente de león, aunque ya era reconocido y usado por médicos árabes en el siglo X, se remonta al siglo XVI cuando el médico y botánico Leonhart Duch lo recomendaba profusamente debido a las propiedades que ya hemos mencionado, y lo recetaba usando como medida estándar un "diente". Y ahora que ya conocemos un poquito más de su historia... cierra los ojos, sopla, ¡y pide tu deseo! ;O)