Andando por tu barrio puedes tener la suerte de toparte con esta pequeña herbácea, de la familia de las Caryophyllaceae (y ahora intenta decirlo tres veces seguidas sin trabarte), ya que es una especie típica de cunetas y junto a muros de huertas. De hojas lanceoladas y opuestas, es una preferencia para el ganado por su alta palatabilidad. Y no solo por el ganado, ya que es una planta muy apreciada por la tradición gastronómica en la región mediterránea como verdura fina tras un leve hervido, refrito o incluso en crudo. Con el paso del tiempo, debido a su escaso porte y laboriosidad, ha venido siendo desplazada de las cocinas por otras verduras más comunes.
La Colleja o Silene (Silene vulgaris) tiene como principal forma de expansión una red de estolones subterráneos que pueden dar lugar a verdaderas colonias, que en el verano se agostan para luego rebrotar de cepa con la llegada de una nueva primavera. Es por ello que no suele encontrarse en terrenos de labor o frecuentemente removidos.
Su flor, lo más llamativo de esta vivaz, es una verdadera obra de arte formada por un cáliz con forma de saco, que porta en su interior flores con tres estilos sobresalientes, diez estambres, y cinco pétalos blancos profundamente bilabiados que dan a esta peculiar planta una presencia inconfundible.
El nombre de Silene viene de la mitología griega, ya que Sileno no era otro que el padre adoptivo y preceptor de Dionisos. Y si le ponemos un poco de imaginación, el globoso cáliz de la flor sí que recuerda a la típica representación del ya citado dios griego.
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Otro dato curioso de este género es que la Silene stenophylla tiene el récord de ser la planta más antigua devuelta a la vida, ya que desde la Academia de Ciencias de Rusia se logró cultivar a partir de semillas conservadas en la placenta de un animal atrapado en el permafrost de Siberia desde hace la friolera de 32.000 años.
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