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Así se quedó Banjo Patterson, con cara de susto, cuando se enteró de una de las razones por las que la gente se acordaría de el y de toda su familia. Este oficial, periodista, compositor, escritor y poeta tan ligado a la historia australiana que hasta llegó a ser el escritor del mítico "Waltzing Matilda", es también recordado por haber llevado a nuestro nuevo amigo, el Echium plantagineum, como planta ornamental a su ranchito, para lucir un jardincito lleno de bonitos colores en primavera. Lo que supuso a la postre una de las mayores plagas del continente australiano, similar si no mayor a la que sufrieron con la proliferación de conejos, solo que ya se sabe que las plantitas no hacen tanto ruido.
Y es que se trata de una herbácea altamente invasora, tanto es así que incluso hoy en día es una de las principales causas del declive de los pastos nativos por aquellas tierras.
Más allá de su leyenda negra, la buglosa o viborera es una preciosa boraginácea típica de suelos secos y soleados, de hasta 70 cm. de altura y con tallos y hojas densamente cubiertos de pelillos más bien ásperos. Lo que más llama la atención es su preciosa flor azul y violeta. Su jugo se viene utilizando como cosmético para dar color a pieles delicadas o enrojecidas, y las flores frescas como cataplasmas son usadas para curar forúnculos y uñeros. Además, la raíz se ha venido utilizando como colorante textil natural, de un color rojo intenso.
Como decíamos se le ha venido llamando también, como a otras de su género, viborera. De hecho, el género Echium viene de la palabra griega Echis, que significa vívora. Y todo esto debido a que sus semillas, con un poco de imaginación, se asemejan a las cabezas de estos ofidios. Es por ello que en la edad media se creía que esta planta protegía las casas de la presencia de las temidas vívoras, o incluso la usaban como remedio tras la picadura de una de estas.
Lo único cierto de todo esto es que todas las plantas de este género contienen un alcaloide bastante tóxico, la equiina, sustancia similar en propiedades al curare con el que los indios sudamericanos envenenaban sus flechas. De hecho puede ser mortal para el ganado si la ingiere en grandes cantidades.
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