El abejaruco (Merops apiaster)


   Como presentación empezaré por contar una historia que, si no fuese porque es cierta, sería hasta graciosa. No hace mucho tiempo, en un pueblecito de Turquía, apareció muerto un pájaro de lo más extraño. Con más colores que el arco-iris, y con el pico claramente deformado, enseguida empezó a suscitar las sospechas de la población. Mucho más cuando, al mirar en su pata, encontraron una anilla en la que, entre signos indescifrables, se leía claramente la palabra “Israel”.

   Los atónitos pobladores llamaron a la autoridad local, que no tardó en suponer que no era sino un pájaro espía, que llevaba algún tipo de microchip de inteligencia israelí. Confiscado por el gobierno, con todo el país en vilo, y tras numerosos y exhaustivos análisis por los expertos en inteligencia militar de aquel país, se llegó a la conclusión de que no era sino un simple abejaruco europeo anillado, arrastrado por las corrientes un poco más lejos de sus normales rutas migratorias. Cosa que aún hoy no convence a muchos de los pobladores, que siguen pensando que se trataba de una amenaza a nivel nacional.





   Lo cierto es que esta historia, además de para ver una vez más lo absurdo del género humano, nos sirve para conocer diversos aspectos de nuestro nuevo amigo: el abejaruco europeo, o Merops apiaster.  Lo primero es que se trata de un ave migratoria que cría en Europa, norte de África y parte de Asia. Está presente en nuestras latitudes desde marzo hasta septiembre, donde cría una única puesta antes de volver a desplazarse al África subsahariana para pasar la época invernal.

 Otro hecho que llama la atención es su “inconfundible” policromía, lleno de colores que van desde el rojo puro de sus ojos, pasando por una gran variedad de azules y verdes en su plumaje, hasta el amarillo canela de su garganta. No en vano fue declarada el ave más colorida del mundo allá por el 1890.








   Tiene un pico fino y curvo de unos cuatro centímetros, típico de insectívoro, pero que a menudo puede presentar deformidades por el desgaste que suponen los enormes esfuerzos que realiza al cavar sus madrigueras… porque sí, este ave gregaria no hace nidos en los árboles, sino que excava en  taludes arenosos verdaderas galerías, con varias salidas y entradas para persuadir a posibles depredadores, hasta llegar a la que finalmente será su cámara de anidación. Para su construcción llegan a mover hasta más de diez kilos de tierra, un dato sorprendente para un animal de tan escaso porte. Por suerte para él, su pico nunca deja de crecer, por lo que pronto recupera su forma habitual.


   Son muy sociables y viven en verdaderas colonias, y aunque como su nombre indica tiene preferencia por las abejas en lo tocante a su alimentación, en realidad se nutre de toda variedad de insectos gracias a su gran habilidad para capturar presas al vuelo, con rápidas cabriolas y vertiginosos picados. Esta habilidad les ha ganado la enemistad de los apicultores, ya que es verdadero pánico lo que sienten las abejas con tan solo oír su típico canto. Tanto es así, que si los oyen no saldrán de la colmena, consumiendo sus reservas de miel a la espera de un mejor momento para buscar polen.

   Suelen vivir de media entre 5 y 10 años, y aunque parezca un ave exótica, es más común y confiada de lo que pensamos. Si nos fijamos bien, no nos será difícil encontrarla en las cercanías de los campos de cultivo o incluso cerca de parques y jardines, siempre y cuando encuentren un lugar apto para su nidificación.

Típica silueta en vuelo (Vía)

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