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Una hoz “son unos impresionantes cortes transversales sobre la montaña a través de los que discurre un río”. Y qué río discurre por la Hoz del Huécar, pues el río Huécar, obvio. Este río, afluente del río Júcar, con una longitud de 14 kilómetros está encajonado en la profunda y espectacular Hoz del Huécar en cuyas paredes verticales se encuentran las conocidas Casas Colgadas de Cuenca, elemento tan característico y popular de esta ciudad. Las formas caprichosas de la roca de este espectacular paisaje se han ido formando por la acción del aire y la lluvia sobre la roca calcárea.
Y ahora pasemos a la carrera, su recorrido aunque bastante duro, ofrece unas vistas espectaculares. Quince kilómetros de paisajes increíbles ¿qué más se puede pedir? Lo malo es que como suele ocurrir, para tener unas buenas vistas hay que subir y mucho, pero creedme el esfuerzo merece la pena cuando llegas arriba.
Pero no adelantemos acontecimientos y empecemos por el principio. Son las 10 a.m., más de 1000 corredores estamos en la Plaza de España de Cuenca esperando que den el pistoletazo de salida. Tres, dos, uno, ¡¡a correr!!! Empezamos la carrera haciendo un pequeño recorrido por la zona baja de Cuenca, bastante llano, perfecto para ir calentando las piernas. A la salida de la ciudad comenzamos en el fondo de la hoz recorriendo el sinuoso cauce del río Huécar. Las sorprendentes paredes verticales de esta hoz dan miedo, por un lado por lo impresionantemente altas y verticales que son y por otro porque sabes que todo ese desnivel lo tienes que subir corriendo. Pero la expectación de los que nos esperará arriba hace que el cansancio sea un mal menor. Poco a poco vas subiendo rodeando la montaña y la pendiente cada vez es más acusada. Sobre todo los kilómetros del 6 al 9 son especialmente duros, al menos a mi me resultaron matadores. Pero no te paras, sigues corriendo. Igual para la gente ajena a este deporte no entiende la necesidad de tanto sacrificio, y realmente creo que es algo difícil de explicar. Esto es como el anuncio que dice “ven y vívelo”, creo que hay que probarlo para poder entenderlo. Lo que está claro es que algo tiene que tener esto de correr porque engancha.
Sigamos con la carrera, un poco antes de llegar al kilómetro 10 se alcanzar la máxima cota del recorrido. El paisaje que tenemos desde aquí es de esos que te cortan la respiración. Aunque intento no hacerlo porque recordar que voy corriendo y estoy bastante hecha polvo después de la subida, así que el oxigeno me es vital. La espectacularidad de las vistas junto con la satisfacción de haber llegado hasta allí corriendo hacen que el paisaje sea aún más increíble. Este maravilloso paisaje nos acompaña durante unos kilómetros bastante más suaves con pequeñas subidas y bajadas. Al fondo se empieza a ver la ciudad de Cuenca, a mi por lo menos casi se me cae la lagrimita en ese momento.
Parece que la dificultad de la carrera ya ha terminado, pero nada más lejos de la realidad. Como todo lo que sube ha de bajar, todavía nos queda descender todo el desnivel subido. Igual esto no parece nada del otro mundo, bajando generalmente te cansas menos. Pero si os digo que todo el desnivel subido en más de 10 kilómetros se baja en solo 2, ¿qué pensáis ahora? imaginaos la pendiente, todo un regalo para nuestras rodillas y a esto hay que añadirle que llevamos 13 kilómetros corriendo. Pero ahí no queda la cosa, para complicarlo un poquitín más, vamos a poner un empedrado.
¡¡Como se lo curran estos conquenses!! Y ni con esas nos paramos, nosotros seguimos corriendo tengamos las dificultades que tengamos.
En plena bajada de repente aparece la monumental catedral de Cuenca. Eso sí que es un regalo para nuestros ojos, no solo por su majestuosidad sino porque que sabemos que la meta está muy cerca y en ese momento ya no hay cansancios, ni dolores de rodillas, ni ná de ná.
Cuando cruzas la meta estás con una satisfacción y una sensación de plenitud total bastante difícil de describir. Has completado el recorrido y lo has hecho en un entorno natural de ensueño. Muchos corredores a parte de terminar la carrera también les importa el tiempo que han tardado. Yo no soy de esos, para mi es más importante disfrutar de la carrera, del ambiente que acompaña a este tipo de eventos y de la naturaleza. He terminado la carrera, me lo he pasado en grande, no me he dejado asustar por los desniveles, los kilómetros han ido pasando y ahí he seguido yo, disfrutando de esta hoz tan maravillosa Patrimonio de la Humanidad, ¿qué más da el tiempo que haya tardado?
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Sigamos con la carrera, un poco antes de llegar al kilómetro 10 se alcanzar la máxima cota del recorrido. El paisaje que tenemos desde aquí es de esos que te cortan la respiración. Aunque intento no hacerlo porque recordar que voy corriendo y estoy bastante hecha polvo después de la subida, así que el oxigeno me es vital. La espectacularidad de las vistas junto con la satisfacción de haber llegado hasta allí corriendo hacen que el paisaje sea aún más increíble. Este maravilloso paisaje nos acompaña durante unos kilómetros bastante más suaves con pequeñas subidas y bajadas. Al fondo se empieza a ver la ciudad de Cuenca, a mi por lo menos casi se me cae la lagrimita en ese momento.
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¡¡Como se lo curran estos conquenses!! Y ni con esas nos paramos, nosotros seguimos corriendo tengamos las dificultades que tengamos.
En plena bajada de repente aparece la monumental catedral de Cuenca. Eso sí que es un regalo para nuestros ojos, no solo por su majestuosidad sino porque que sabemos que la meta está muy cerca y en ese momento ya no hay cansancios, ni dolores de rodillas, ni ná de ná.
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Cuando cruzas la meta estás con una satisfacción y una sensación de plenitud total bastante difícil de describir. Has completado el recorrido y lo has hecho en un entorno natural de ensueño. Muchos corredores a parte de terminar la carrera también les importa el tiempo que han tardado. Yo no soy de esos, para mi es más importante disfrutar de la carrera, del ambiente que acompaña a este tipo de eventos y de la naturaleza. He terminado la carrera, me lo he pasado en grande, no me he dejado asustar por los desniveles, los kilómetros han ido pasando y ahí he seguido yo, disfrutando de esta hoz tan maravillosa Patrimonio de la Humanidad, ¿qué más da el tiempo que haya tardado?
Una vez cruzada la meta, más feliz que una perdiz, recogemos nuestra camiseta conmemorativa que nos llevamos de recuerdo y la bolsa del corredor con más regalitos, nos hidratamos un poco, estiramos los músculos y ahora toca disfrutar de la gastronomía conquense. Después del esfuerzo una buena jarra de cerveza sienta de lujo, y si a esto le añadimos una buena comilona para recuperar todo lo perdido, ya para que contarte. De esta forma tan agradable y apetitosa ponemos el broche final a la XXVI carrera popular La Hoz del Huécar.
100% conquense |
Desde luego si te gusta correr la carrera es 100% recomendable, si te gusta la naturaleza el sitio es especular y si te gustan ambas cosas, ya sabes lo que tienes que hacer el año que viene. Tantas ediciones de este evento avalan su calidad.
Pues imagina correr por la hoz en soledad.....todas las semanas....o hacer una tirada larga juntando las dos hoces.....insuperable
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