Composición de una colmena; La abeja obrera



 




  Que las abejas comunes (Apis mellifera) tienen un “algo” especial es una afirmación que no se puede dudar. No hay más que indagar levemente en su biología y comportamiento.

   En el post anterior dedicado a las abejas, hablábamos del importante papel que desempeñan estos inteligentísimos insectos en nuestra vida, y de la problemática que se plantea de cara a garantizar su futuro. Así que, una vez que "hemos abierto boca", vamos a indagar un poco en el apasionante mundo de la apicultura. ¿Nos acompañáis?

   Si echamos un pequeño vistazo a un enjambre, en lo que a priori parece un caos desordenado, descubrimos una gran sociedad organizada formada por tres tipos de abejas que se relacionan entre sí a través de una manera tan compleja como fantástica. Comenzaremos nuestro recorrido por dentro de la colmena fijando nuestra mirada en las pequeñas currantas de la familia: las obreras.

Individuos de una colmena. (Vía)





   Al mirar en los panales, nos fijaremos primero en las abejas obreras, al ser las más numerosas (en una proporción de 20.000 a 60.000 por colmena) y las que hacen que funcione toda la comunidad. Su actividad, curiosamente, no viene determinada por el individuo, sino que variará en función de la etapa de su vida en la que éste se encuentren. De esta manera la comunidad siempre tendrá todas sus necesidades organizativas cubiertas.





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          Referencias:
          a- Tercer par de patas.
          b- Segundo par de patas.
          c- Primer par de patas.
          1- Pelos limpiadores de antena.
          2- Prensa de polen.
          3- Costillas de polen.



   La vida de una abeja obrera varía mucho con la época en la que nazca. Así, en la primavera, cuando la producción es máxima, pueden morir al mes, mientras que en cualquier otra época podrían llegar a vivir medio año. 

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   Fijémonos en una abeja obrera que acaba de nacer. Nuestra pequeña, sin apenas tiempo para darle los buenos días al sol, ya tiene una misión encomendada. Pronto descubre que en la vida de una abeja no hay tiempo para el descanso, y durante sus dos primeros días de vida, tendrá que limpiar las celdas para su uso. Pero no sólo eso. Hay una misión de la que se siente mucho más orgullosa, y es que en esta sociedad hasta el recién llegado se siente un eslabón importante; hoy tendrá que, junto con otras muchas obreras de su misma edad, procurar el calor necesario para el correcto desarrollo de la puesta de la mismísima reina. Para ello se apretujarán unas contra otras, y su propio calor corporal junto con el movimiento de sus alas, conseguirá regular una temperatura óptima de 35ºC para el inicio de la puesta. Nuestra dedicada abeja jamás lo admitiría, pero espera poder ver a la reina aunque sea un instante. Algo tan especial, no ocurre todos los días. 


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   Tras estos dos días de dedicación, entre el tercer y el quinto día de vida, se le encomienda a nuestra amiga una nueva función, si cabe, aún más importante. Le encargan ni más ni menos que la misión de ser nodriza, alimentando a las larvas más grandes con el llamado "pan de las abejas", compuesto de miel y polen.

   Es un trabajo agradecido, y le recuerda que apenas hace unos días era ella la que necesitaba ser alimentada. Por eso no le importa prorrogar este trabajo por más tiempo, y es que entre su sexto y el décimo día de vida, seguirá dedicándose a la alimentación de las larvas, aunque esta vez a las de menor edad, aportándolas para su correcto desarrollo jalea real (mucho más nutritiva que la miel común). Nuestra amiga nunca olvidará el momento en que redescubrió esta sustancia. Arde en deseos de conocer la fuente de tan sutil manjar… ¡cuantas más sorpresas cabe esperar para cuando salga fuera de la colmena!


   Pero ese día está aún lejano, porque desde su décimo primer cumpledías, y durante la semana siguiente, descubrirá una etapa fundamental, en la que pasará a ocuparse de la transformación del néctar en miel, produciendo además cera y construyendo con ella las celdas del panal. 


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   Es un proceso cansado, pero ha de realizarlo con tesón y sin pausa. El proceso de elaboración de miel comenzará cuando una abeja recolectora le dé a nuestra amiga el néctar que haya recolectado. Entonces ella lo ingerirá, para mezclarlo en su buche con distintas enzimas, bacterias y ácidos orgánicos que irán transformando poco a poco la sustancia originaria en miel. Le han dejado claro que para su correcta elaboración, cada gota de mezcla ha de pasar de su buche hasta la boca la friolera de entre 120 y 240 veces, y no solo dentro de su propio cuerpo, sino que muchas veces el proceso habrá que reproducirlo pasándose el producto por la boca entre distintas abejas, enriqueciendo así la mezcla. Con el tiempo resulta divertido, siempre y cuando no te toque como compañera una abeja gruñona. Las gotitas de miel resultantes las va almacenando una a una en las distintas celdas, pero ni entonces todo el trabajo estará hecho, ya que para completar la mágica transformación, las gotitas han de reducir su contenido en agua hasta un 80%. Es por ello que, sobre la celda que las almacena, nuestra abeja moverá constantemente sus alas para darles aire y reducir su humedad hasta conseguirlo.

   Afortunadamente esta celda ya está completamente llena de miel, y puede cerrarla con propóleo, lo que asegurará su conservación durante años, según le ha comentado una compañera cinco días mayor.



 Lo bueno de esta etapa es que, si te aburres, te dejan dedicar tu tiempo a la construcción del panal, comenzando las celdas hexagonales, simétricas y de igual tamaño si exceptuamos las suites preservadas para futuros zánganos y reinas, desde el centro del cuadro y hasta completarlo en toda su extensión, gracias a la cera que puede generar con unas glándulas especiales, y gracias también al propóleo que les aportarán otras abejas. Se trata éste de un trabajo muy organizado, en el que mientras unas abejas realizan el modelado de las celdas, otras generan la cera necesaria para las anteriores.



   Y por fin llegó el día. Hoy nuestra amiga cumple 19 días, y hasta que tenga 21, tendrá permiso para salir de la colmena y ejercitar sus alas en cortos vuelos de ida y vuelta. Así, con el rabillo de sus cinco ojos, se da cuenta de que el mundo es algo inmenso y maravilloso, aunque en estos días se dedicará más bien a reconocer palmo a palmo el terreno que circunda la colmena. Dentro de esta nueva obsesión, cabe además el hecho de que deberá defender ferozmente su comunidad por si algún intruso se atreviese a acercarse demasiado.... No le gustaría, la verdad, ya que al clavar el aguijón perdería su aparato de defensa y parte del intestino y moriría sin remedio, pero por todos es sabido que morir por la supervivencia de la familia es una necesidad, además de un gran honor.

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Ya está lista, ha cumplido con todas las fases y es una abeja obrera hecha y derecha. A partir de hoy, su día número 22, pasará el resto de su vida como abeja recolectora (pecoreadora), yendo de flor en flor para surtir a la comunidad. Puede llegar a visitar hasta 1.500 flores antes de llenar su buche, recolectando el polen y néctar por medio de su lengua. Como tiene un cuerpo muy peludo, transportará casi sin pensar en ello numerosas partículas de polen de una flor a otra, en lo que llamamos polinización. 


 Pero todo tiene su límite, y llenar su cuerpo de polen podría ser contraproducente para su propia movilidad. Es por eso que en sus patas traseras poseen unos “cepillos” de pelos especiales ("costillas de polen") con los que gustosamente se acicala y consigue retirar la mayor parte del polen o propóleo adherido a su cuerpo, apelotonándolo en los típicos “cestos” que cuelgan de la parte superior de sus patas traseras. Por fin es una abeja hecha y derecha, la envidia de toda la colmena, viajando de un lado a otro y descubriendo mundos y fuentes de alimento para comunicárselo al resto de hermanas. La vida le sonríe.

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¿Os habéis quedado con ganas de más?, ¿no conocéis nuestros post sobre las abejas, su importancia, sus roles, etc?, ¡no os preocupéis porque aquí los tenéis!

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1 comentario:

  1. Caramba! la de cosas que he aprendido!

    Ahora casi me da pena tomar miel, con el trabajo que les cuesta...

    Ay y ahora ya se por que llevan los "saquitos de polen" en sus patas. Aquí en la terraza me vienen a visitar bastante a menudo para "husmear" entre las flores de los tomates, y son muy graciosas porque vuelan con el culillo bajo, como si el propóleo les pesase.

    Un gran post, vaya, lo que se dice un "post-azo" en toda regla!

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