El "fracking"



    Muchos como quien dice acabamos de conocerlo, y aunque el nombre nos despiste, en verdad que es una cosa muy seria: es un proceso productivo de total actualidad, y nos afecta más de lo que podríamos pensar. Vamos a ver si aclaramos dudas. ¿En qué consiste esto del “fracking” o “fracturación hidráulica horizontal” para la obtención de gases no convencionales? 

   En una extracción típica de gas natural, el procedimiento se basa en una perforación hasta la bolsa que reside en una roca porosa (normalmente a pocos cientos de metros bajo tierra) y que se comporta como una esponja.  Por diferencia de presión, al perforar dicha roca el gas natural asciende y es relativamente fácil de extraer.

   Cuando hablamos de gases no convencionales, nos referimos a gases de pizarra o gases de esquistos, que están atrapados intrínsecamente en dichas rocas en forma de micro burbujas a muchísima profundidad (¡hasta cinco mil metros!). Por lo que, para aprovechar dichos gases, es necesario llegar, y después romper la roca que lo contiene.

   El "fracking" no es sino una técnica para la extracción de dichos gases, a base de perforar e inyectar agua con arena y productos químicos (aunque también en menor medida espumas y gases) a muy alta presión para agrandar las fracturas ya existentes en el terreno. Una vez alcanzada la pizarra o el esquisto, se perfora horizontalmente  a lo largo de hasta tres kilómetros, fracturando la roca por medio de explosiones controladas y más inyecciones de toneladas de agua a presión con arena  y aditivos químicos, entre los que se encuentran bencenos, cianuros, xilenos y otras muchas sustancias cancerígenas y mutágenas. Una vez que el gas (o petróleo) es liberado, se separa del agua, arenas y demás productos, para su almacenamiento. 

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   Este modo de aprovechamiento no es nuevo ya que comenzó en la década de los 50, y ha estado tradicionalmente vinculado a pequeños aprovechamientos en Estados Unidos. En la actualidad se aplica en lugares donde anteriormente no han sido prospectados por no ser rentables, pero que con la subida del precio de los hidrocarburos hacen que su puesta en uso actualmente esté en alza.

   Pero, ¿y aquí en casa? Pues resulta que Europa no tiene una legislación específica que la regule (olé), y mientras unos países (como Bulgaria) la han prohibido tajantemente, en otros (como en España) reina el caos. En concreto, en unas comunidades autónomas está prohibido (Cantabria) y en otras se lavan las manos y pelillos a la mar (País Vasco o ambas castillas).








   A favor cuenta que no deja de ser un proceso productivo y rentable, que mueve la economía que no es poco, aunque su afección a nivel local es más bien escasa.

   En contra, juega la experiencia de muchos años en la mochila de los Estados Unidos. En primer lugar, la contaminación de los acuíferos con componentes químicos tóxicos, tanto directamente como por filtraciones durante la inyección o retorno. Así a priori puede parecer una exageración que exponen grupos ecologistas, pero no. Por ejemplo hay informes de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de EEUU que asocian directamente el fracking con la contaminación de las aguas en el estado de Wyoming. Por no hablar del riesgo de accidentes y fugas, que estadísticamente es increíblemente alto (¡de media retorna entre el 15 y el 80% del fluido con aditivos inyectado!). En segundo lugar, podemos hablar de la contaminación del aire con los gases hasta la ruptura retenidos en el subsuelo, que no sólo pueden ser tóxicos para el hombre, sino que además provocan el efecto invernadero. Por no hablar a nivel sísmico de lo peligroso que es la afección de fallas por medio de explosiones (como consecuencia suelen registrarse pequeños terremotos a nivel local), del impacto paisajístico, el impacto sonoro y visual, la enorme cantidad de agua que se consume en el proceso, o de la compleja gestión del agua residual contaminada.

   Para colmo de males encima no es un aprovechamiento sostenible en el tiempo, sino que no es sino una apuesta por una energía no renovable ni limpia, un recurso finito en el que la inversión para su extracción es bastante elevada fuera ya de las consecuencias ambientales que ya hemos expuesto, y cuya explotación no suele llegar más allá de cinco años.

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   No es algo ajeno por mucho que se trate de ocultar, está a la puerta de tu casa, así que cada uno saque sus conclusiones. Yo tengo claro que no merece la pena poner tanto en riesgo y condenar el futuro por un medio extractivo peligroso y no tan rentable. No estoy pensando en el empresario o político de turno que sacará su tajada del asunto, pienso en el ciudadano de a pie o el lugareño que vivirá allí cuando la maquinaria se haya ido, y que seguirá preguntándose si el agua que bebe o con la que riega su huertito tiene o no metales pesados o sustancias cancerígenas.


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